sábado, 27 de septiembre de 2014

Abrazos en el Espejo.

El pasado jueves después de ocho años dando abrazos milongueros tenía que cerrar una hermosa milonga en Madrid. Seguro que sólo serán unas semanas que el anfitrión de todo aquello Miguel Moya, nos dará la alegría que encontró lugar nuevo donde volver bailar abrazos, bien milongueros con sus maravillosas tandas que tantas noches nos ha arrastrado a dejar el sillón los jueves y volvernos a todos un poco argentinos en la noche madrileña.
Cuando hace más de 5 años hice la conversión a milonguera dejando atrás el resto de mi vida, en plan psicópata empecé a salir cada noche a bailar,
 sin importarme que al día siguiente madrugase o mis pobres pies quedasen maltrechos después de horas y horas de baile en tacones de 8 centímetros. Cosa que hacemos prácticamente todos los que caemos en las garras de esta fantástica forma de vivir y sentir. Lo de los tacones es también cosa de todas las milongueras sin excepción, aunque a veces claudiques a cómodas zapatilla de baile, que tampoco es cuestión de dejarse la vida y salud que por motivos prácticos necesitas para continuar la noche siguiente.
Cada noche, cada lugar tiene su personalidad, su música, su ambiente. En Madrid todos los que organizan u organizaron (alguna de entonces ya no están) son cuidadosos no sólo con la música, sino el lugar porque saben que quien va allí debe estar a gusto para compartir espacio y tiempo. Evidentemente siempre tienes más "piel" en algunos lugares, sin menos cabo de las demás, por supuesto. Puede que sea simplemente que es de las primeras noches que sales feliz y nerviosa con tus zapatos, sin conocer mucho donde vas y te encuentras un lugar acogedor, lleno de gente disfrutando de la música. Eres recibida como si fueras de allí y tímidamente tomas asiento, te cambias los zapatos y miras entusiasmada el lugar.
Entonces alguien te invita a bailar, que te vió en el templete el otro día y le alegra que continúes animada otra noche milonguera. Bailas y sueñas. Te abrazas y sientes. Te emocionas internamente una vez más.
Continúa la noche y tu con ella, bailando sin parar, sonriendo y conociendo gente maravillosa y siquiera vislumbras que no será una noche más, sino será el principio de muchas similares e intensas allí y en otras tantas milongas que después conocí.
Tal vez por eso La Milonga El Abrazo es tan especial para mi, porque fue de las primeras donde me sentí milonguera formando parte de un todo. El "inconveniente" de ser algo más pequeña en tamaño no le quitaba en lo grande espiritualmente que es y precisamente ese recoleto lugar es especial para una primeriza.
Entonces surgieron muchas más milongas, lugares llenos de emociones tangueras, con más amigos, más tandas y más anfitriones perfectos de la noche madrileña. Ya no te interesa el resto de las proposiciones que te puedan sugerir, has llegado a la estación correcta y has tomado el tango tren que te va a llevar a todas las milongas y no sólo del lugar donde vives. Pero esa es otra historia.
En el Abrazo he conocido mucha gente maravillosa, he bailado muchas tandas increíbles, he reído, compartido charlas, brindado y celebrado mi cumpleaños. Regresé después un tiempo difícil, donde me esperaban las buenas personas del tango. Me han abrazado y he llorado de emoción.
La otra noche, la última en el lugar de las baldosas y espejos en paredes colores tierra, con velas e inciensos bailé como seguro, pronto lo volveré hacer  y entonces tuve un momento de esos que aparecen de vez en cuando. Estaba bailando con los ojos cerrados, como de habitual, aunque en un momento dado los abrí desde una esquina donde sólo vi un espejo lleno de abrazos y amigos. Centrados y concentrados en el hermoso arte de abrazar y bailar. Sólo ví el reflejo, no las parejas, fue la perspectiva del momento. Me estremecí.
Cuando terminé la tanda, después de agradecer el momento compartido fui por la cámara y volví a intentar captar lo que había sentido. Es difícil porque no es lo que ves, es lo que sientes, la intención y situación.
Entonces pensé en las noches que hemos llenado esos espejos de reflejos, nuestra vibración energética que dejaran las emociones, la música, invitaciones, sonrisas, sentimientos ocultos en los rincones de aquellos sillones que durante esos ocho años hemos amontonado zapatos, bolsos, abrigos. Las gafas desperdigadas entre las mesas mientras bailas. Los vasos de plásticos con los que hemos brindado por tantos buenos motivos.
Así que los señores propietarios que tan duros se han mostrado en la negociación para que no podamos repetir un año más se van a quedar solos de alegría y buena energía. Y aunque se esmeren en limpiar les hemos dejado unos espejos llenos de momentos que nunca, nunca van a poder sacar.
Así que deseo y espero que pronto encuentre otro lugar para que esta Milonga nos dé la bienvenida y nos haga pasar otra noche mágica. 
Como despedida del lugar y bien dice Don Miguel Moya: "Muchas gracias pareja de bailarines".
Gracias Abrazo.