Tonta me quedo si puedo acceder a algunas. Esos teclados
digitales, tan de ciencia ficción en nuestras manos. Los tablet, las consolas,
ultrabook, ebook….
Internet, maravilla. Redes sociales, divertidas, útiles.
Me encanta de verdad meterme en todos esos saraos de las
redes sociales.
O aprender a manejar ciertos programas. Investigar sobre
algún tema, o muchos. Buscar cosas que necesite…. ¡yo que sé!
Así tengo la vista, de estar pegada al ordenador todo el
día.
Y ahora los teléfonos inteligentes, también echando leña al
fuego de la avidez.
Aplicaciones en el smartphone.
Programas en ordenador.
¡Venga ahí, alegría!
Y todo esto, que te da la oportunidad de estar comunicada
con el mundo entero.
Saber de amigos que viven en el culo mismo del planeta (tu
para ellos, eres quien vive en la parte glutear terrestre). Hablar con un amigo que está
en Buenos Aires. Recibir un mensaje de Roma. Seguir a tus amigos, que por arte
de una suerte mágica (ejem) han tenido que emigrar a Australia. (El último se
marchó el martes a Carolina del Norte, contenta me tiene el tema).
¡Qué algarabía comunicativa!
Por todas partes y a todas horas.
Recuerdo con gracia el tema de enviar los primeros mensajes
por aquel bulto pesado, que eran los tatatarabueletes de los actuales móvil….
¡perdón! smathphones. Rióme para dentro.
Oye que puedes estar comunicada con el mundo exterior, las
24 horas del día los 7 días de la semana.
O visto de otra manera, estás localizada las 25 horas del
día, los 8 días de la semana (cálculo con margen, para el cambio horario).
Todo eso me maravilla, gozo, disfruto y me turbo a la par.
A veces me da un poco de miedo, todo esto, porque me he
creado una dependencia un poco absurda.
No hay que conectarse a todas horas con las redes sociales.
Que me cuente twitter cada 2 segundos nada.
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Así que, aunque me encante todo esto, las posibilidades, entretenimiento, desarrollo laboral… y tantas utilidades para quedar, tener
acceso a formación, noticias diferentes a las precocinadas de los medios de comunicación…. ¡Necesito parar!
Necesito la tranquilidad de no querer saber nada.
No digo estar desconectada del mundo, no exactamente, porque
hay situaciones que requieren atención, y personas importantes, que también
(papá, no el Papa. Ese no). Pero para todo lo demás; hay que saber parar.
Hay que dejar de tener la necesidad de contestar, dejar
la vida para mandar un mensaje, me da lo mismo el formato. Y dejar tranquilo el
perfil. Y no mirar lo que dice Sergio Ramos, que si tiene un problema de
cariño, yo no se lo voy a solucionar.
Así que de vez en cuando, tengo que salir, sin móvil. La
primera vez es difícil, pero si conseguí “saber decir que no” con soltura, una
minimierda máquina, no debe de poder con mi voluntad.
Y de verdad, que quiero al mundo entero (con algunas deshonrosas excepciones, siempre), adoro ver fotos de mis
amigos sonrientes pasándoselo estupendo en la playa, o verme invitada a ese
curso o evento, tanto tiempo esperado, pero…. Hay que desconectar.

Y no haber conectado el ordenador, ni prendido datos del
teléfono….. ¡Gusto da pensarlo!