Y cuando me refiero a depresión, me refiero a la enfermedad.
Pura, dura y terrible. No a esos momentos donde nuestro ánimo está por los
suelo, todo nos parece una meta inalcanzable, estás de bajón, mal humor y…. todos
esos síntomas donde nos hemos encontrado en algún momento todos, tienen una
duración de unos días. Generalmente lo que tarda nuestro organismo en recomponerse
descansando, o nuestras hormonas se relajan de darnos castigo.
La depresión que tuve, fue una enfermedad diagnosticada,
donde por un periodo de cuatro años, desde que empezó, hasta que puedo decir
que se acabó, estuve medicándome.
Como todas las enfermedades que se sufren, no se desean a
nadie. Puedo aseguraros, que una depresión, es una de las cosas más terribles
que se pueden tener, porque los síntomas son emocionales y mentales, es decir
no se ven, y vivimos en una incrédula sociedad donde lo que no se ve, es difícil
de reconocer. Y la depresión, de respetar, hasta que no pierdes los papeles
completamente, o un médico te da de baja, se te trata de histérica con ganas de
llamar la atención.
No quiero en ningún caso, compararme con quienes sufren algún
trastorno mental permanente, enfermedades igualmente, y que por desgracia, son
tratados como parias mentirosos, sino descartados de la vida, por miedo. Cuando
son personas tan “normales” como cualquiera (ya me meteré con la normalidad a
saco)
Afortunadamente, la depresión se cura. Como casi todo, te
curas, si quieres. Sino quieres, es una cueva donde esconderse de unos fantasmas
que llevas dentro, y te da lo mismo donde vayas, que ahí están.
La situación por la que llegué a aquel estado, ya lo contaré
otro día, que tenga más ganas, pero andaban temas laborales por medio.
Durante mucho tiempo estuve con graves problemas de sueño,
ansiedad, y mucha lágrima. No entendía lo que pasaba. Mi estado de ánimo era la
dura y fría tristeza, y llegó un terrible momento en que mi memoria,
simplemente desapareció. La memoria y la comprensión. No podía leer, bueno
leer, si pero es que no entendía las palabras. Una línea podía tenerme
enganchada, porque lo que leía no tenía ningún significado, y podía leerla
tantas veces como quisiera, que nada. Terminé haciéndome con un pequeño
diccionario, que llevaba conmigo, al igual que con un cuaderno, para anotar
todo lo que había al alrededor y no aparecer en cualquier punto de la ciudad,
sin entender que hacía por ahí (hubo recomendación sanitaria de no dejarme sola
nunca).
Así que cuando fui al médico y me dijo que pasaba, después
de unas pruebas, me quedé loca. Más, digo.
Pero tampoco estaba tonta, asumí que la situación se me había
ido de las manos, con ese error que tanta gente comete de “soy capaz de hacerlo
sola y enfrentarme a todo esto”. Y no, no fui capaz, y además me derribó.
Una vez comprendes y entiendes, además de empezar con una
medicación, que de verdad me salvó de las situaciones más tremendas,
recapacitas y tomas la decisión de curarte. Así de sencillo. Curarte y volver a
ser quien eras, o eso creí que pasaría.
Y entonces empezaron terapias, muchas, de la seguridad
social, tal cual me vieron me mandaron a psiquiatra, y a unos talleres
(benditos) de relajación. Estuve de psicólogos, e iba a todo lo que se ponía
por delante, que creía me podía ayudar.
Muchas cosas se tambalearon a mi alrededor, y en las que
tuve oportunidad de darme cuenta, que maravillosa familia, y que madre tenía
conmigo (cuanto te quiero mamá).
Una de las consecuencias, es que me quedé vacía, pero del
todo. Mi personalidad se había esfumado con todas sus consecuencias. ¿Terrible?,
bueno, yo encontré que era una oportunidad única.
Decidí que todo lo que me viniera bien, y no me crease una
dependencia, había que aprovecharla al máximo. Y fue lo que hice.
Con mucha voluntad, cuaderno, diccionario, ropa cómoda y
mucha intención, comenzó un aprendizaje, en la que no tuve que tirar nada,
porque nada había.
Una de cosas que me di cuenta, fue que cuando quieres no
sólo puedes, sino que el universo entero, te echa una mano.
Encontré las personas correctas, las terapias necesarias. Aprendí
muchas técnicas y descubrí mundos invisibles, que sólo puedes ver mirando
diferente.
Fue un recorrido difícil en muchas ocasiones, doloroso y
duro, muy duro.
También fue grandioso, mágico, pleno, satisfactorio, con
muchas nuevas oportunidades y lleno de agradecimiento.
Conocí buenas y generosas personas, y me convertí, en la base de lo que soy ahora.
Aquella situación, por supuesto revolvió muchas cosas que
estaban a mi alrededor, y algunas personas, que descubrí que no me eran tan
saludables como creía.
Fue el principio para que poco, muy poco después tomase la dirección,
de la que aparecieron decisiones, y cambios.
Fueron cuatro terribles e inmensos años. Hay personas que su
crecimiento les viene de forma natural, el mío empezó muy agresivo, pero a
veces, sino te zarandean bien, no reaccionas, y yo debía estar dura de oído. Fue
mucho dolor, pero también, una de las mejores cosas que me podían haber pasado.
Debo decir, que cuando recuerdo aquello, siento agradecimiento y sonrío.
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