Que vives en otra dimensión. Directamente.
El contacto con la “realidad” desaparece.
Cuando empiezas a bailar, sobre todo si te atropella las
entendederas y decisiones, hay un cambio en todo.
Y cuando digo en todo, es en todo lo imaginable, y en lo que
no, también.
De forma consciente e inconciente, cambias y como en todo,
cuando tú cambias, el mundo cambia.
Baila tango, es bailar con la vida. Abrazar la vida.
Ese estereotipo de pareja vestida con galas, brillos,
gominas. Haciendo equilibrios sobre un escenario. Saltos, ganchos, movimientos
imposibles ella sobre él. El tomando a la bailarina como un macho
desafiantemente, casi agresivo….
Eso es una danza de escenario, que lleva horas, y horas de
ensayo. Técnicas de baile, que han tomado un rumbo visual, a veces más cerca de
lo circense que la naturalidad. Es tango es maravillo, ir a verlo, o dejar que
grandes profesionales lo ejerzan. Que para eso son profesionales.
A lo que yo me refiero, es a otro caso. El tango,
evidentemente, tiene su técnica de
baile, y lleva clases, y dedicación, y prácticas, en pareja, y también en
solitario. Técnica que muchos complementan con ciertas prácticas, que hagan de
sus movimientos más armoniosos, naturales y fluidos.
Un baile, como puedan ser los latinos, lindy hop, swing, o
cha cha cha. Vas a tus clases, y luego a los lugares donde se bailan esas
disciplinas a pasarlo como un loco. Ni más más, ni más menos.
Sólo que bailar tango, tienes una peculiaridad especial. El
abrazo tanguero o milonguero.
Cuándo pruebas eso, y te mueves con esa música, que parece
estar compuesta e interpretada por brujos utilizando magia.
El abrazo junta dos personas, con sus energías. Personas que
muchas veces, no se conocen, y tienen en común ese baile. Se abrazan y danzan.
O vuelan. O desaparecen.
La electricidad del tango pasa desde el suelo al cielo. Cruza
los brazos y los torsos. Las respiraciones se acompasan, y si existe de repente
ese momento en que sientes los latidos de tu compañero, acompasarse con los
tuyos.
Cuando esas personas se suelta su abrazo, han quedado unidas
para siempre. Aunque sus lenguajes sean distintos, y no lleguen más que a
intercambiar el nombre y una sonrisa. Esa persona, se ha vuelto especial para
el resto de la vida.
Y no es una excepción, son muchas veces, muchas noches, y
muchos tangos.
Y entonces esas personas se quedan de amigos, y esa música
envenena tus noches, y sonríe tus días.
Y te vistes, pensando en el tango. Tus horarios se adaptan a
las milongas. Tus horarios, comidas, amistades, familia, trabajo, pareja…
Es una forma de vida. Y esa manera de vivirla y sentirla,
hace que cambien cosas dentro de ti.
Vives en un estado de felicidad generadas por el baile, y
las cosas cambian, y sonríes porque sí. Y abrazas más, y mejor….
Eso si, y aunque después de todo esto, pueda parecer pelín incongruente,
una de las cosas que aprendí, es que entre tangueros, hablamos todo el tiempo
de ello, pero para los que no comulgan con este estado, somos una panda de
locos de los pies, de la cabeza y el corazón.
Y a nosotros, que nos gusta.
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