Justo el domingo anterior a Nochebuena, terminado otro momentazo Tropezón regresaba a casa pensativa en las fiestas que se avecinaban. Aún no teníamos los 2 o 3 grados bajo cero nocturnos que ya si estamos disfrutando, pero hacía el suficiente para abrigarte y más después de bailar hasta el final.
Así que parapetada con la indumentaria invernal de no dejar más que los ojos al aire y tampoco, que ya me había colocado las fantásticas gafas que no sólo me quedan fetén sino que me hacen ver la vida bastante más clara, iba caminito de casa dándole vueltas a las emociones.
El acercarme a estas fechas me crea una cierta ansiedad. En casa no somos precisamente católicos practicantes y si no fuera por que todos los mensajes que van clamando por las entrañables, pasarían sin pena ni gloria.
Voy a confesar que el año pasado no saque ni un adornito navideño y ni lo eché de menos. Pasaron las cenas, uvas y roscones y entonces me asalto una pena infinita no haber puesto una bolita o espumillón desnutrido porque a mi madre le encantaban. La casa se llenaba de discusiones, villancicos, llamadas y adornos. Turrón poco, aunque siempre había algún trozuelo rondando por los paladares paternos. Así que una vez pasaron estas fechas me dio una tontería y me pegué una llorera que este año he remediado sacando las 3 cositas navideñas, que ni cuenta te das que no están, pero a mi corazón le vale.
Cavilaba sobre el bombardeo de los medios de comunicación y marcas comerciales de todo pelaje que nos dicen que es Navidad aunque no la de toda la vida de Dios en España, sino la que viene de EEUU, con su black friday, ciber monday (todo eso de los cojones), Papa Noel, mensajes de paz, buen rollo, alegría que te dan ganas de tomar almax para las emociones.
Todos esos pensamientos los iba intercalando mientras caminaba y encontraba más de un portal en el que había alguien durmiendo entre cartones.
Ninguno era un portal de Belén y allí no había nadie adorando, ni presentando respetos. De hecho vivimos en un lugar donde últimamente a cualquiera le minan la dignidad y el respeto, eso sino quieres calentarte del todo con un multón por no tener ni para comer... pero esto es para la gata harta, no por aquí.
En eso estaba la mente pasando entre las fiestas, lo afortunada que era a pesar de todo y con el corazón encogido por tanto indigente acurrucado intentando pasar la fría noche.
Entonces a cierta distancia de donde me encontraba, vi a alguien que estaba inclinado sobre un saco de dormir con unos cartones alrededor haciendo algo, con una bicicleta justo al lado. Reconozco que me entró algo de inquietud porque ya una se espera cualquier cosa y robar a quien esta viviendo en la calle y no tiene nada tampoco es nuevo. Terminó lo que fuera y tomó la bici y subió la calle en la dirección en la que me encontraba.
A pocos metros había otra persona durmiendo en la entrada a un garaje y el ciclista paró de nuevo a su lado. Claro, poco a poco me iba acercando a la situación y no sabía que hacer si dar la vuelta o seguir. No lo pensé mucho y continué con paso firme y acercándome a la escena.
Llevaba una chaqueta roja y un gorro oscuro. Sacó de una bolsa que llevaba colgando del manillar un inmenso bocadillo envuelto en papel de plata y una lata de refresco, colocándoselo al durmiente entre sus escuetas pertenencias, quien no se enteró de lo que estaba ocurriendo. Para eso casi se había echado prácticamente encima dejarlo de forma segura. Terminó, se guardó la bolsa en un bolsillo y justo en ese momento pasaba por su lado con el corazón latiéndome a mil y con un guiño me regalo una sonrisa cómplice . Tomó la bici y marchó en sentido contrario, perdiéndose entre las calles mientras yo me había quedado clavada sin reaccionar.
Fue un instante y eché a andar de nuevo, atónita y asimilando en lo que había visto.
Llegué a la conclusión llena de emoción que acababa de toparme con el mismísimo Santa Claus, desde luego algo más modernizado y flaco. Si cambias el trineo por la bici, te vistes de rojo y tienes barba y pelo largo desde luego sino eres él, eres un descendiente directo.
Entre en casa emocionada y recibida por mi gato, que es muy de celebrar cada vez que entro por la puerta, no había llegado aún el trompetista. Me senté acariciando a Cleo y una lagrimita apareció.
Me acerqué al armario, subí a la escalera y bajé tres paquetes. Un arbolito medio destartalado, un belén que es una bola de nieve que se le ha ido saliendo despacito el agua de la esfera y resulta que tengo a la sagrada familia con el agua al cuello (no es metáfora) y una figurita de Papá Nöel. Lo puse por el salón para delicia de Cleo y me acosté.
Y por aquel ciclista nocturno, reconozco que me he enfrentado a la Navidad de otra manera.
Gracias Santa
lunes, 29 de diciembre de 2014
martes, 28 de octubre de 2014
¿Qué Talla de Tango Usas?
Bailar tango es una emoción en cada paso. Recibir el abrazo de tu compañero y navegar entre la pista con pisadas llenas de notas musicales.
Cuando comienzas a bailar te interesa todo, escuchar música, tener ropa más o menos apropiada, encontrar esos zapatos perfectos para tener un bonito caminar a la par de ser cómodos y permitir bailar durante horas sin cansarte y también, empezar a tomar clases.
¿Con quién tomar clases? esa es la pregunta del millón.
Evidentemente si están en un lugar pequeño con una sola oferta, la pregunta huelga y te vas con quien haya.
¿Y si estás en un lugar donde la oferta es variada? eso puede ser más difícil porque sobre todo al principio quieres empezar a bailar y hacerlo ya, con impaciencia.
Para bailar tango, desde mi punto de vista, es necesario y básico tres cosas: abrazar, caminar y escuchar la música. Sencillo ¿no? pues no.
Abrazar es un arte, no sólo enrollar los brazos alrededor de alguien, en el tango tienes que dar algo más con el cuerpo y emoción.
Caminar sabemos hacerlo todos, de habitual para desplazarte necesitas caminar. Sin embargo caminar milongueramente necesitas un swing especial, una cadencia suave, firme y armoniosa. Sin saltos ni estridencias.
Escuchar la música, imprescindible porque tus pasos son qal fin y al cabo el instrumento básico para pisar cada nota, cada verso, cada canción.
Luego hay que elegir profesores. Lo primero que tendríamos que tener claro como son cada una de las ofertas, hay gente más técnica, otros buscan el control corporal, otros las secuencias.... un sin fin de posibilidades.
Cuando hay más de una posibilidad lo idóneo es encontrar los que fluyen más contigo. Por su energía, más potente o más sutil, por como enseñan, sus formas cuando bailan, evidentemente eso lo llevarán a la clase.
Ir a clase implica luego ir a bailar, por muchas clases que tomes si no bailas no te sirve para nada. Es como un idioma, por mucha clases, muchos libros y muchas horas de estudio, sino tienes la oportunidad de hablar, se olvida y no termina de arrancar. Así que tan imprescindible como te pueda parecer una clase, poner en práctica lo que te están enseñando lo es todavía más.
También te pones loco a mirar videos, se te pueden pasar las horas viendo bailar a quienes más te gusten, sin olvidarnos siempre que esas personas son profesionales y las actuaciones que se graban son muchas horas de práctica, ensayos y tienen una coreografía detrás que para eso son profesionales de esto y para bailar en una milonga tampoco es cuestión de ponerse a hacer saltos y cabriolas, básicamente porque hay que bailar con más gente y eso puede incomodar y agredir a alguien.
Una cosa que yo procuré hacer es tomar clases con gente distinta. Cada uno es como es y vi desde el principio que las clases regulares y en grupo no me llamaban, así que preferí hacerme un particular de vez en cuando con los distintos profesores que tengo a mano y sobre todo las clases de técnica de mujer, que siempre me parecieron imprescindibles para las féminas.
Si has tomado clase con más de un profesor que es lo más normal del mundo, más si tienes la suerte de viajar y disponer de más oferta a tu disposición te puedes encontrar con información bien distinta. Me refiero, si ese profesional viene de la danza clásica, contemporánea, milonguero desde chiquitín o una mezcla de todo.
Es de lo más confuso porque te puedes encontrar que cada uno te diga algo diferente. Las rodillas flexionadas, no flexionadas. El abrazo, más arriba, más abajo, más tirando a abierto, más tirando a cerrado. La cabeza, como la colocas. Algunos te hablan de la cadera, otros no. La cadera, disocia, muévela, no la muevas con mucho swing, con poco, procura que los omoplatos se muevan, que no. Los pies, pisa todo, camina con las punta para arriba, para abajo, para los lados.......
En común, el hilo que te sale de la cabeza y del que te tiran para mantenerte erguido.
¡AAAAAAHHHHH! ¿Que hago, a quien hago caso?
Fácil: a tu cuerpo serrano, con quien tienes que bailar. Contigo, con tu flexibilidad, con tu sentido musical, adapta tu cuerpo a la situación que mejor responda. Porque no eres más que tu. Sino mira a tres de los grandes que me gustan a rabiar: Chicho, Tombari o Arce. Cada uno es de su padre y de su madre. Pues tu igual.
Una vez tengas las herramientas utilízalas para bailar con fluidez, armonía y comodidad. No eres ellos, ni falta que hace.
Esto es como vestirse, por muy bien que le estén a cierta persona un tipo de ropa, a ti te puede quedar bien o como el culo (es mi blog y digo lo que quiero). Lo suyo es adaptarte a las infinitas posibilidades que hay y hacerlo tuyo.
Porque cuando bailas lo haces con tu cuerpo, con sus múltiples cualidades y limitaciones, incluso con tu estado emocional y personalidad. Si eres romántico, energético, divertido, tímido. Todo eso baila contigo. Si eres frágil o fuerte de cuerpo o emocionalmente. También forma parte de tu baile.
Como eres tu y con técnica aplicada a ti y fluye. Es mágico y amoroso.
Bailar es una conversación con otra persona, y como siempre dicen en las relaciones sociales, para el tango también: SE TU MISMO.
Cuando comienzas a bailar te interesa todo, escuchar música, tener ropa más o menos apropiada, encontrar esos zapatos perfectos para tener un bonito caminar a la par de ser cómodos y permitir bailar durante horas sin cansarte y también, empezar a tomar clases.
¿Con quién tomar clases? esa es la pregunta del millón.
Evidentemente si están en un lugar pequeño con una sola oferta, la pregunta huelga y te vas con quien haya.
¿Y si estás en un lugar donde la oferta es variada? eso puede ser más difícil porque sobre todo al principio quieres empezar a bailar y hacerlo ya, con impaciencia.
Para bailar tango, desde mi punto de vista, es necesario y básico tres cosas: abrazar, caminar y escuchar la música. Sencillo ¿no? pues no.
Abrazar es un arte, no sólo enrollar los brazos alrededor de alguien, en el tango tienes que dar algo más con el cuerpo y emoción.
Caminar sabemos hacerlo todos, de habitual para desplazarte necesitas caminar. Sin embargo caminar milongueramente necesitas un swing especial, una cadencia suave, firme y armoniosa. Sin saltos ni estridencias.
Escuchar la música, imprescindible porque tus pasos son qal fin y al cabo el instrumento básico para pisar cada nota, cada verso, cada canción.
Luego hay que elegir profesores. Lo primero que tendríamos que tener claro como son cada una de las ofertas, hay gente más técnica, otros buscan el control corporal, otros las secuencias.... un sin fin de posibilidades.
Cuando hay más de una posibilidad lo idóneo es encontrar los que fluyen más contigo. Por su energía, más potente o más sutil, por como enseñan, sus formas cuando bailan, evidentemente eso lo llevarán a la clase.
Ir a clase implica luego ir a bailar, por muchas clases que tomes si no bailas no te sirve para nada. Es como un idioma, por mucha clases, muchos libros y muchas horas de estudio, sino tienes la oportunidad de hablar, se olvida y no termina de arrancar. Así que tan imprescindible como te pueda parecer una clase, poner en práctica lo que te están enseñando lo es todavía más.
También te pones loco a mirar videos, se te pueden pasar las horas viendo bailar a quienes más te gusten, sin olvidarnos siempre que esas personas son profesionales y las actuaciones que se graban son muchas horas de práctica, ensayos y tienen una coreografía detrás que para eso son profesionales de esto y para bailar en una milonga tampoco es cuestión de ponerse a hacer saltos y cabriolas, básicamente porque hay que bailar con más gente y eso puede incomodar y agredir a alguien.
Una cosa que yo procuré hacer es tomar clases con gente distinta. Cada uno es como es y vi desde el principio que las clases regulares y en grupo no me llamaban, así que preferí hacerme un particular de vez en cuando con los distintos profesores que tengo a mano y sobre todo las clases de técnica de mujer, que siempre me parecieron imprescindibles para las féminas.
Si has tomado clase con más de un profesor que es lo más normal del mundo, más si tienes la suerte de viajar y disponer de más oferta a tu disposición te puedes encontrar con información bien distinta. Me refiero, si ese profesional viene de la danza clásica, contemporánea, milonguero desde chiquitín o una mezcla de todo.
Es de lo más confuso porque te puedes encontrar que cada uno te diga algo diferente. Las rodillas flexionadas, no flexionadas. El abrazo, más arriba, más abajo, más tirando a abierto, más tirando a cerrado. La cabeza, como la colocas. Algunos te hablan de la cadera, otros no. La cadera, disocia, muévela, no la muevas con mucho swing, con poco, procura que los omoplatos se muevan, que no. Los pies, pisa todo, camina con las punta para arriba, para abajo, para los lados.......
En común, el hilo que te sale de la cabeza y del que te tiran para mantenerte erguido.
¡AAAAAAHHHHH! ¿Que hago, a quien hago caso?
Fácil: a tu cuerpo serrano, con quien tienes que bailar. Contigo, con tu flexibilidad, con tu sentido musical, adapta tu cuerpo a la situación que mejor responda. Porque no eres más que tu. Sino mira a tres de los grandes que me gustan a rabiar: Chicho, Tombari o Arce. Cada uno es de su padre y de su madre. Pues tu igual.
Una vez tengas las herramientas utilízalas para bailar con fluidez, armonía y comodidad. No eres ellos, ni falta que hace.
Esto es como vestirse, por muy bien que le estén a cierta persona un tipo de ropa, a ti te puede quedar bien o como el culo (es mi blog y digo lo que quiero). Lo suyo es adaptarte a las infinitas posibilidades que hay y hacerlo tuyo.
Porque cuando bailas lo haces con tu cuerpo, con sus múltiples cualidades y limitaciones, incluso con tu estado emocional y personalidad. Si eres romántico, energético, divertido, tímido. Todo eso baila contigo. Si eres frágil o fuerte de cuerpo o emocionalmente. También forma parte de tu baile.
Como eres tu y con técnica aplicada a ti y fluye. Es mágico y amoroso.
Bailar es una conversación con otra persona, y como siempre dicen en las relaciones sociales, para el tango también: SE TU MISMO.
sábado, 27 de septiembre de 2014
Abrazos en el Espejo.
El pasado jueves después de ocho años dando abrazos milongueros tenía que cerrar una hermosa milonga en Madrid. Seguro que sólo serán unas semanas que el anfitrión de todo aquello Miguel Moya, nos dará la alegría que encontró lugar nuevo donde volver bailar abrazos, bien milongueros con sus maravillosas tandas que tantas noches nos ha arrastrado a dejar el sillón los jueves y volvernos a todos un poco argentinos en la noche madrileña.
Cuando hace más de 5 años hice la conversión a milonguera dejando atrás el resto de mi vida, en plan psicópata empecé a salir cada noche a bailar,
sin importarme que al día siguiente madrugase o mis pobres pies quedasen maltrechos después de horas y horas de baile en tacones de 8 centímetros. Cosa que hacemos prácticamente todos los que caemos en las garras de esta fantástica forma de vivir y sentir. Lo de los tacones es también cosa de todas las milongueras sin excepción, aunque a veces claudiques a cómodas zapatilla de baile, que tampoco es cuestión de dejarse la vida y salud que por motivos prácticos necesitas para continuar la noche siguiente.
Cada noche, cada lugar tiene su personalidad, su música, su ambiente. En Madrid todos los que organizan u organizaron (alguna de entonces ya no están) son cuidadosos no sólo con la música, sino el lugar porque saben que quien va allí debe estar a gusto para compartir espacio y tiempo. Evidentemente siempre tienes más "piel" en algunos lugares, sin menos cabo de las demás, por supuesto. Puede que sea simplemente que es de las primeras noches que sales feliz y nerviosa con tus zapatos, sin conocer mucho donde vas y te encuentras un lugar acogedor, lleno de gente disfrutando de la música. Eres recibida como si fueras de allí y tímidamente tomas asiento, te cambias los zapatos y miras entusiasmada el lugar.
Entonces alguien te invita a bailar, que te vió en el templete el otro día y le alegra que continúes animada otra noche milonguera. Bailas y sueñas. Te abrazas y sientes. Te emocionas internamente una vez más.
Continúa la noche y tu con ella, bailando sin parar, sonriendo y conociendo gente maravillosa y siquiera vislumbras que no será una noche más, sino será el principio de muchas similares e intensas allí y en otras tantas milongas que después conocí.
Tal vez por eso La Milonga El Abrazo es tan especial para mi, porque fue de las primeras donde me sentí milonguera formando parte de un todo. El "inconveniente" de ser algo más pequeña en tamaño no le quitaba en lo grande espiritualmente que es y precisamente ese recoleto lugar es especial para una primeriza.
Entonces surgieron muchas más milongas, lugares llenos de emociones tangueras, con más amigos, más tandas y más anfitriones perfectos de la noche madrileña. Ya no te interesa el resto de las proposiciones que te puedan sugerir, has llegado a la estación correcta y has tomado el tango tren que te va a llevar a todas las milongas y no sólo del lugar donde vives. Pero esa es otra historia.
En el Abrazo he conocido mucha gente maravillosa, he bailado muchas tandas increíbles, he reído, compartido charlas, brindado y celebrado mi cumpleaños. Regresé después un tiempo difícil, donde me esperaban las buenas personas del tango. Me han abrazado y he llorado de emoción.
La otra noche, la última en el lugar de las baldosas y espejos en paredes colores tierra, con velas e inciensos bailé como seguro, pronto lo volveré hacer y entonces tuve un momento de esos que aparecen de vez en cuando. Estaba bailando con los ojos cerrados, como de habitual, aunque en un momento dado los abrí desde una esquina donde sólo vi un espejo lleno de abrazos y amigos. Centrados y concentrados en el hermoso arte de abrazar y bailar. Sólo ví el reflejo, no las parejas, fue la perspectiva del momento. Me estremecí.
Cuando terminé la tanda, después de agradecer el momento compartido fui por la cámara y volví a intentar captar lo que había sentido. Es difícil porque no es lo que ves, es lo que sientes, la intención y situación.
Entonces pensé en las noches que hemos llenado esos espejos de reflejos, nuestra vibración energética que dejaran las emociones, la música, invitaciones, sonrisas, sentimientos ocultos en los rincones de aquellos sillones que durante esos ocho años hemos amontonado zapatos, bolsos, abrigos. Las gafas desperdigadas entre las mesas mientras bailas. Los vasos de plásticos con los que hemos brindado por tantos buenos motivos.
Así que los señores propietarios que tan duros se han mostrado en la negociación para que no podamos repetir un año más se van a quedar solos de alegría y buena energía. Y aunque se esmeren en limpiar les hemos dejado unos espejos llenos de momentos que nunca, nunca van a poder sacar.
Así que deseo y espero que pronto encuentre otro lugar para que esta Milonga nos dé la bienvenida y nos haga pasar otra noche mágica.
Como despedida del lugar y bien dice Don Miguel Moya: "Muchas gracias pareja de bailarines".
Gracias Abrazo.
Cuando hace más de 5 años hice la conversión a milonguera dejando atrás el resto de mi vida, en plan psicópata empecé a salir cada noche a bailar,
sin importarme que al día siguiente madrugase o mis pobres pies quedasen maltrechos después de horas y horas de baile en tacones de 8 centímetros. Cosa que hacemos prácticamente todos los que caemos en las garras de esta fantástica forma de vivir y sentir. Lo de los tacones es también cosa de todas las milongueras sin excepción, aunque a veces claudiques a cómodas zapatilla de baile, que tampoco es cuestión de dejarse la vida y salud que por motivos prácticos necesitas para continuar la noche siguiente.
Cada noche, cada lugar tiene su personalidad, su música, su ambiente. En Madrid todos los que organizan u organizaron (alguna de entonces ya no están) son cuidadosos no sólo con la música, sino el lugar porque saben que quien va allí debe estar a gusto para compartir espacio y tiempo. Evidentemente siempre tienes más "piel" en algunos lugares, sin menos cabo de las demás, por supuesto. Puede que sea simplemente que es de las primeras noches que sales feliz y nerviosa con tus zapatos, sin conocer mucho donde vas y te encuentras un lugar acogedor, lleno de gente disfrutando de la música. Eres recibida como si fueras de allí y tímidamente tomas asiento, te cambias los zapatos y miras entusiasmada el lugar.
Entonces alguien te invita a bailar, que te vió en el templete el otro día y le alegra que continúes animada otra noche milonguera. Bailas y sueñas. Te abrazas y sientes. Te emocionas internamente una vez más.
Continúa la noche y tu con ella, bailando sin parar, sonriendo y conociendo gente maravillosa y siquiera vislumbras que no será una noche más, sino será el principio de muchas similares e intensas allí y en otras tantas milongas que después conocí.
Tal vez por eso La Milonga El Abrazo es tan especial para mi, porque fue de las primeras donde me sentí milonguera formando parte de un todo. El "inconveniente" de ser algo más pequeña en tamaño no le quitaba en lo grande espiritualmente que es y precisamente ese recoleto lugar es especial para una primeriza.
Entonces surgieron muchas más milongas, lugares llenos de emociones tangueras, con más amigos, más tandas y más anfitriones perfectos de la noche madrileña. Ya no te interesa el resto de las proposiciones que te puedan sugerir, has llegado a la estación correcta y has tomado el tango tren que te va a llevar a todas las milongas y no sólo del lugar donde vives. Pero esa es otra historia.
En el Abrazo he conocido mucha gente maravillosa, he bailado muchas tandas increíbles, he reído, compartido charlas, brindado y celebrado mi cumpleaños. Regresé después un tiempo difícil, donde me esperaban las buenas personas del tango. Me han abrazado y he llorado de emoción.
La otra noche, la última en el lugar de las baldosas y espejos en paredes colores tierra, con velas e inciensos bailé como seguro, pronto lo volveré hacer y entonces tuve un momento de esos que aparecen de vez en cuando. Estaba bailando con los ojos cerrados, como de habitual, aunque en un momento dado los abrí desde una esquina donde sólo vi un espejo lleno de abrazos y amigos. Centrados y concentrados en el hermoso arte de abrazar y bailar. Sólo ví el reflejo, no las parejas, fue la perspectiva del momento. Me estremecí.
Cuando terminé la tanda, después de agradecer el momento compartido fui por la cámara y volví a intentar captar lo que había sentido. Es difícil porque no es lo que ves, es lo que sientes, la intención y situación.
Entonces pensé en las noches que hemos llenado esos espejos de reflejos, nuestra vibración energética que dejaran las emociones, la música, invitaciones, sonrisas, sentimientos ocultos en los rincones de aquellos sillones que durante esos ocho años hemos amontonado zapatos, bolsos, abrigos. Las gafas desperdigadas entre las mesas mientras bailas. Los vasos de plásticos con los que hemos brindado por tantos buenos motivos.
Así que los señores propietarios que tan duros se han mostrado en la negociación para que no podamos repetir un año más se van a quedar solos de alegría y buena energía. Y aunque se esmeren en limpiar les hemos dejado unos espejos llenos de momentos que nunca, nunca van a poder sacar.
Así que deseo y espero que pronto encuentre otro lugar para que esta Milonga nos dé la bienvenida y nos haga pasar otra noche mágica.
Como despedida del lugar y bien dice Don Miguel Moya: "Muchas gracias pareja de bailarines".
Gracias Abrazo.
miércoles, 26 de marzo de 2014
Yolirelatos: Despedida con Chocolate
Chocolates con
licor adentro. Creo que deben ser así como les gustan.
- Se decide
entonces por estos bombones ¿no prefiere los de chocolate con leche y frutos
secos? Son los que más salida tienen.
Había aprovechado
la fiesta que le iban a dar a una compañera, que dejaba el trabajo porque había
decidido que quería escribir un libro y dejaba hasta la ciudad. Bueno aquella
mujer era más que una compañera, era una de las personas importantes de su
vida, una buena amiga. Era entusiasta, inteligente y divertida, y la iba a
echar de menos como no podía imaginar. Contarse confidencias y poder relajarse
con alguien como ella no tenía precio.
La caja de
bombones para la fiesta era una excusa para acercarse a otra persona, una mujer
que había empezado hacia unas semanas y le tenía robado el pensamiento. No se
lo había dicho a nadie, siquiera a su amiga. Ella estaba tan contenta con todos
los preparativos y expectativas del cambio que no quería molestar con aquello,
aunque estaba seguro que ella hubiera sido capaz de abrir el camino a su
encuentro.
- De postre he
traído bombones.- Dijo saliendo del despacho. Mientras abría la caja miró a su
amiga que le regaló una sonrisa y un guiño complice.
- Gracias Santi
eres maravilloso, como sabes que me pirria el chocolate con…. ¿licor?
- ¿rellenos de
licor? Me encanta. – La voz de ella resonó a su espalda. Cogió uno le dio las
gracias con una tímida mirada.
- Era por endulzar
tu marcha, que sabes te vamos a echar de menos. Y yo, él que más.
Laura se dirigió a
su amigo y agarrándole del brazo le separó del grupo entre risas, con un par de
vasos de exquisito plástico llenos de cava.
- ¡Ay Santiago de
mis amores ! Tu no has traído ese chocolate para mí, tu lo has traído
para…. ¿cómo se llama la nueva Carlota, Carolina, Caridad..?
- Carolina. – Dijo
sin dudar, dándose cuenta que acababa de delatarse ante su amiga.
- Como te conozco
amigo ¿y por qué no le invitas a salir?
- Así, por las
buenas. No sé ni por donde acercarme. Qué quieres que te diga, entre que me
quedo sin amiga, el trabajo, la…
- La nada guapo,
no le busques tres pies al gato que nos conocemos.
- Pues mejor, así
no tengo que decirte nada.
- ¿Sabes? también me
da pena dejar todo esto pero claro, el proyecto que tengo entre manos, el cambio
de aires, dejar la ciudad…. Estoy feliz de verdad.
- Allí a echar la
siesta debajo la parra, dejar que te cuide tu tía y a escribir. Hombre, mal
plan no es.
- ¿Verdad?
¿Vendrás a verme?
- Si tú prometes
tenerme al tanto.
- Desde que
encontré los diarios de mi bisabuela, estoy deseando empezar con ello. Bueno,
volvamos con todos... y con Carolina- y soltó una sonrisita maliciosa mientras le
dejaba, mirándola y echándola ya un poco de menos.
Que mujer, como
apreciaba su amistad y como le conocía. Eso le producía cierta inquietud en muchas
ocasiones.
Se acercó a la
fiesta de nuevo y casi se le para el corazón. Ahí estaba Laura dándole cháchara
a Carolina. No daba crédito lo de esta mujer, tenía miles de cosas que hacer, y
antes de nada ya estaba intrigando. ¡Cuánto la apreciaba! pensó sonriendo.
- Bueno chicos, me
disculpáis tengo que recoger alguna cosa más y marcharme. Os agradezco todo
esto. No os olvidéis de mí- Y la oficina empezó a vitorear y aplaudir a una
sonriente Laura, que se fue hacía él, a la vez que hacía un gesto de acercarse
a la chica.
Se plantaron las
dos delante de él y mientras Laura le daba dos besos de despedida, dirigiéndose a la mujer dijo: - Si necesitas
cualquier cosa, esta es la persona- Y se fue sin más. No necesitaba verle la
cara para saber que le dejaba a los pies de los leones.
- Me ha dicho
Laura que te gusta salir al monte a caminar.
- ¿Eeeh? Si, si,
es verdad. Este sábado voy a dar una vuelta por la Pedriza y…
Interrumpiendo su
divagar le asaltó – ¿Te importa si te acompaño? Me apetece un montón y no
conozco a nadie y bueno, me dijo que no te importaría…. – mientras sus ojos
buscaban el suelo, con la posibilidad que se abriese en ese momento,
desaparecer y estar agradecida por siempre.
El estupor de
Santiago se mezcló con la alegre sorpresa que le acaba de preparar su amiga. –
Por supuesto, estaré encantado que vengas.
- Bien, te paso mi
teléfono y charlamos estos días entonces. Gracias de corazón.- Y salió volando de su lado.
Si alguna vez
hubiera pensado que existiese alguna persona que tuviera el poder extraordinario
de hacer realidad los deseos, nunca hubiera imaginado que además ,fuera su
amiga. Como quería a esa mujer.
Se metió un bombón
en la boca y sintió como el licor corría por la garganta. Y él era un bobo
porque sabía cuanto le desagradaban los chocolates con licor adentro a su
amiga.
martes, 25 de marzo de 2014
Yolirelatos: Dulce Picante
- ¿Besos de Canela?... ¿cómo que Besos de Canela?
- ¿Perfecto? Creo
que estás desvariando. ¿Cómo vamos a ponerle Besos de Canela?
- ¿No te parece
evocador? Cada uno de los conceptos es un mundo, todo en su conjunto; un
universo de emociones.
- No pensaba que
eras tan ñoño.
- ¿Ñoño? A mi me
parece que tu vas de tipo duro o es que no has tenido experiencias suficientes,
como para darte cuenta de lo sugerente que puede ser.
Aquella reunión
que se presumía tranquila resultó totalmente al contrario. Luís se levanto y
mirando fijamente a Antonio le dijo:
- Qué te parece si
en vez de criticarlo tan descarnadamente, vamos y le preguntamos a algunas
personas que es lo primero que les viene a la cabeza cuando les dices Besos de Canela.
Antonio se levantó
desafiante: - De acuerdo. Ya estamos tardando amigo.
Salieron al
pasillo y en ese momento apareció Aurora, la señora que se dedicaba a tener
aquello como una patena y regañaba a quien se cruzase en su camino si acaba de
fregar como si fuesen sus hijos, aquellos que nunca tuvo.
- Aurora ¿tiene un
segundo? Le queríamos preguntar una cosa. Si le decimos Besos de Canela ¿qué
es lo primero que se le viene a la mente?
La mujer les miró
con la certeza que finalmente los vapores de los productos de limpieza les
habían dañado terriblemente el cerebro.
- Ustedes dos no
se encuentran bien.- Replicó confusa
Con un tono
burlesco Antonio le incitó, - tranquila, es una cosa en la que estamos
trabajando.
- ¿Trabajando? ¿Ustedes
dos están trabajando preguntando estas cosas?
La suave mirada de
Luís, le hizo contestar entonces.
- A tardes de
sábado con mi madre en la cocina haciendo pestiños.
- Muchas gracias
querida, nada más.- Comentó Luís dirigiéndose cariñosamente a ella, mientras echaba una
mirada divertida a su compañero. – Vamos por otra persona.
Mientras la mujer se alejaba por el pasillo comentando para si, como estaban las cabezas en esa
oficina, Antonio dijo: Vale, pero ahora soy yo quien elige.
- Es más, te insto
a hacerlo.- El tono burlón de Luís sólo hizo que la decisión fuera acompañada
de una sensación de calor nada cómoda.
Parados ante la
puerta, llamaron con decisión en el despacho que compartían los seres más
extraños de la empresa: el informático y el contable. La atmósfera que reinaba
allí era peculiar: uno de las mesas era un culto friki a la Guerra de las Galaxias y la
otra, el perfecto ejemplo de organización y pulcritud. Si se les hubiera colocado
a propósito, no se habría acertado con tan variopinta situación visual.
Antonio animado
ante aquellos dos muchachos comento: -Chicos necesito que me digáis lo primero
que se os venga por la cabeza. A ver: Besos de Canela.
El contable
jugeteando con una miniatura de R2D2 dijo sonriendo: - A natillas-. El otro sin mover un músculo en su inmaculado escritorio exclamo: - odio la canela, pica-.
- ¿Pica? ¿Cómo que
pica?- Grito Antonio
- Gracias chicos,
una aportación inestimable. Vamos Antonio, terminemos esto.
En el pasillo los
dos hombres se miraron.
Con la tranquilidad de la convicción Luis dijo: - Es
un nombre en que cada uno tiene un recuerdo, una evocación. Simplemente no te
paraste nunca a pensarlo, pero es un buen recurso, piénsalo esta noche. Y se
fue.
Antonio llegó a
casa y se dirigió a la cocina, tomó el frasco de canela y lo olió. En ese
momento su mujer llegaba a casa.
- ¿Qué tal el día
querido? ¿Qué haces con eso?
- Ana, si te digo
que te evoca Besos de canela ¿Qué dirías?
- Cosas del
trabajo otra vez ¿verdad? Mira, la canela me recuerda a cuando era niña e iba a
ver a mis tíos a su pastelería. Pero veo que tú no tienes algo que te venga a
la cabeza.
- También me ha sorprendido
cuando han dicho que era picante - Replico pensativo y cabizbajo
- Lo es si la
tomas sola. Es una especia generosa para la cocina, dulce y picante a la vez. Y no sólo se utiliza en cocina, por sus propiedades es buena y recomendable para la salud y la belleza.
Antonio la miró
implorando su ayuda. Entonces ella tomó el frasco, se echó un poquito en la
mano y se la comió. Salivó la esencia y se relamió. Se acercó
despacio a su marido y dejó que oliera la canela de sus labios.
Antonio la beso la
boca gustando su sabor y luego se besaron largamente.
La cara de
sorpresa al sentir un dulce picante en la boca hizo que ella se echara a reír.
Desabrochándose la blusa camino de la habitación, mirando pícaramente a su
marido e invitándole a seguir descubriendo posibilidades a su “tarea”.
Antonio cogió el
teléfono y le mandó un mensaje su compañero “tienes razón besos de canela es
perfecto”.
Ubicación:
Madrid, España
lunes, 24 de marzo de 2014
Yolirelatos: Olor hierbabuena
A la sombra de la
parra el sol de la tarde se filtra entre las hojas con un calor pesado, casi
aplastante y pegajosa sensación en la piel.
Dormitaba sobre
una tumbona con el duermevela de la tarde y el olor a hierbabuena le hizo abrir
los ojos. Aquella casa cargada de recuerdos de infancia donde regresaba siempre
que podía con una añoranza de entonces.
Se movió
pesadamente y el sabor pastoso de la boca hizo que se desvelara del todo, la
limonada que hace unas horas le había parecido lo más refrescante inimaginable
había quedado reducida en poco tiempo a azúcar y todo aquel calor no hacía más
que incrementar la sed.
Se levantó y al
estirarse rozó con las manos las hojas de aquel árbol. Sonrió y de manera
consciente acarició las ramas altas de la parra dejando pasar en ese instante, intensos rallos de
sol.
Entró en la casa y
el contraste de temperatura le hizo sentir un leve escalofrío. Caminaba
despacio por el corredor mientras sus ojos se adaptaban a la refrescante
oscuridad.
Pensó que se podía
haber quedado dentro de la casa “a la fresca” como decía su abuela Herminia,
pero hacía tanto tiempo que todas aquellas sensaciones no regresaban a ella,
que no pudo más que sucumbir al calor, el olor y dejarse llevar por un momento
inerte del tiempo que se convirtió en una siesta de verano.
Se refrescó, bebió
agua y cogió su pequeño ordenador, al pasar por la cocina su tía Adela le espetó: “chica olvidaté un poco más de la tecnología, estás en el campo”, le dedicó una sonrisa llena de ternura y salió de nuevo al jardín.
Su tía había
dedicado su vida a cuidar de su madre, la abuela Hermina, mujer recia de campo y viuda de joven con dos niñas a su cargo. Su madre casó pronto y se fueron a la
ciudad donde nació ella, mientras su tía no “tuvo suerte con los hombres”.
Adela era una
mujer pequeña, dulce y con una medio sonrisa cosida en la cara, ese gesto que
hiciera que nunca se supiera cuando podía estar enfadada, que le daba sensación de fragilidad y sin embargo, era una de las
personas más fuertes y llenas de energía que había conocido nunca, siquiera
Lucía su hermana, con la que compartía cualidades, pero es que nadie tenía esa
vitalidad.
Una vez murió la abuela, Adela se quedó sola en aquella casa enorme y ella la hizo suya
entera. Fue algo mágico, como si aquella mujer estuviera esperando su momento
para ser sencillamente ella, ni hija, ni hermana, ni tía.
Cambio el color de
todo dentro y fuera, la huerta se hizo un inmenso jardín
dejando los árboles de toda la vida. Abrió ventanas y tiró
recuerdos, los justos que no eran más que reliquias y las pocas cosas que
conservó las desperdigó por la casa tan delicada y sutilmente que sentías el
alma de los que allí vivieron. Le encantaba aquel lugar y reconocía el
maravilloso trabajo de su tía.
Cuando decidió que
quería pasar una temporada en el campo para escribir no tu tuvo dudas “con la
tía que me voy” y cuando se lo consultó a ella, le dio la alegría de su vida.
Llevaba 3 días
allí se había dejado cuidar y mimar resonando bocados de infancia desde el primer
momento, aunque lo que necesitaba era empezar con ello, así que se sentó, abrió el portátil y mientras se arrancaba apareció su
tía frente a ella: “Gracias hija. Gracias por decidir venir aquí, por tener la
valentía de cumplir tu sueño, por querer contar la historia de las mujeres de
tu familia. Serás mi sobrina, pero me recuerdas tanto a mi” y desapareció dentro
de la casa.
Durante unos instantes apenas reaccionó, un nudo de emoción le apretaba el corazón, suspiró y
comenzó a escribir:
“Laura se a había
enamorado de un joven soldado destinado las Colonias de Cuba, rondaba mil ochocientos noventa
y tantos. Justo antes de partir, le había pedido en matrimonio a la sombra de
una parra en un terreno que había comprado para ella……..”
martes, 18 de marzo de 2014
Yolirelatos: un lugar del parque
La primera vez que
la vi se paró el tiempo.
Alta, delgada y
elegante. Estaba lejos pero la sentí tan cerca que me di la vuelta, dejé de
hacer y la miré sin mover un músculo del cuerpo, sólo los ojos que la seguían
perderse entre los paseo del parque.
Me senté, y aunque
el resto de los amigos insistieron en continuar con el juego no podía, era tal
la perturbación que me supuso sus formas y movimientos que nada más quería que
volver a verla.
Volví a casa y
continúe con la rutina; comer, dormir, algo de tele, no estaba para mucho más.
No sé porqué me sentía así.
Escuchaba distante a mi compañero de piso como
charlaba, intentaba llamar mi atención y aunque estaba receptivo, simplemente me
sentía despistado ya que de vez en cuando, me venía de nuevo su caminar lejano.
Al día siguiente
insistí en volver al mismo sitio y la misma hora. Mi compañero me preguntó
porque iba tan deprisa. Es verdad, que no es que me gustase particularmente ese
parque, había otros lugares de la ciudad fantásticos para pasear, jugar, perderse
aunque claro, aquel de repente pasó a ser algo especial desde ese momento.
Pasamos gran parte
de la mañana caminando por allí, aunque no sabía a ciencia acierta cual hubiera
sido camino anterior y la incertidumbre de saber si volvería de nuevo pero, no apareció.
Una semana más
tarde había perdido la esperanza de encontrarla, aunque eso no fue inconveniente para imaginar como podía ser. Parecía tan guapa, me fije en su manera
de caminar, era lo más elegante que nunca había visto, movimientos naturales,
perfectos sin artificio, además me parece que debe correr mucho, tiene la
musculatura fina y potente a la vez.
No creo que fuera altivez, eran sus formas
que le daban ese aspecto como de princesa de aquellas películas
antiguas, que a mi compañero le encantaban y más de una tarde habíamos visto. Me
contaban como eran, lo que serían y creo que me ha pegado que me ponga a divagar
sobre ella.
El otro día sin
querer, me vino de nuevo a la cabeza justo cuando me encontré frente a el
espejo. En caso de verla de nuevo ¿se fijaría en alguien como yo? Si, tengo fuertes las extremidades pero algo
pequeñas y las orejas..... Mi compañero me dice muchas veces que soy fuerte e inteligente. No es
falta de autoestima es que nunca lo he valorado, también es verdad que nunca
me fijé en alguien con ese aspecto.
Quien no escuchó
que las apariencias engañan y que lo importante era ser buen tipo, yo creo que
lo soy. Me relaciono bien, tengo un montón de amigos con quienes comparto miles
de actividades y en el parque, allí me conoce todo el mundo y con todo
el mundo me llevo bien.
Ayer apareció de
nuevo en lo alto del camino y, cual no fue mi asombro que vino corriendo donde
estábamos nosotros. Lo mejor de todo ha sido cuando nos olfateamos, sonreímos y
comenzamos a correr juntos. Fuimos por la pelota que me encanta me tiren y
recoger, le dejé que ella la persiguiera también, hasta hartarnos y creo que
nunca lo había pasado tan bien. Nos despedimos alegres y sabiendo que
volveríamos a encontrarnos de nuevo.
No sé donde
llegará esto pero es la dálmata más bonita que he visto nunca y yo el basset más
afortunado de la tierra. ¡el árbol del
portal! Un pis y a casa.
lunes, 27 de enero de 2014
Diario de una Gatoprimeriza. Los Orígenes
Nunca he sido de esas personas que
desde pequeñas tienen unas “metas que alcanzar" en su vida, y llegada
Las mascotas que nunca tuve |
a cierta edad sino se han visto cumplidas esas expectativas aparecen los momentos de frustración.
Recuerdo de niña en el colegio, allá
cuando tenía tal vez 9 o 10 años, las niñas vivían en la certeza de casarse y
tener hijos, como gran logro personal. A mi particularmente, me espantó el simplismo y línea vital con que nos metían en nuestras
pequeñas mentes. Bueno me espantaba más que nadie lo cuestionase, es lo que tiene ser rara desde la tierna infancia.
Eso sí,
reconozco que había algo que me frutaba respecto con aquellos niños: tenían
mascota. Aunque esa mascota en casi todos los casos era perro.
Porque yo soy más de felino.
Los
gatos siempre me han gustado mucho, demasiado. Les encontraba misteriosos,
independientes, graciosos, hábiles y sobre todo muy de estar a lo suyo. “Así
como tu”, palabras maternas, palabras sabias.
Los perros también, me
encantan los animales en general, pero de otra manera.
A mi padre no le gusta los animales, punto. Le dan miedo pues de pequeño fue atacado por un perrazo que le
hizo daño no sólo físico. Con lo cual lo único que entraba en casa de mascota
eran pajaritos. Y fueron muchos plumíferos amigos lo que tuve.
Pero ni gatos, ni perros. Nunca.
La vida da mil vueltas y aunque de
buena fe, parece que me buscaba compañeros que los gatos les producían el
rechazo social y absurdo de a la mayoría.
Siempre achaqué de que quien piensa
que los gatos son traidores, y con el lema de “los perros es que te quieren
porque sí” es un poco de autoestima compensada con el amor incondicional del
can.
A lo que iba, lo único que he
deseado en la vida y me causó un su grado de frustración fue tener un
minino, así que cuando hace unos meses y después de hablar de ello con mi
chico más de una ocasión y como si realmente hubiera esa posibilidad, sintiéndome
alentada interiormente, hice algo que no suelo hacer por aquello de las
frustraciones antes mencionadas; volvieron mis ganas de tener un gato,
inquietas y calladas.
Empecé a fantasear con esa idea de
tener un felino en casa. Comencé a leer y a escuchar a mi chico, que ha sido
uno de esos afortunados que desde siempre ha convivido con animales,
encontrando de lo más natural hacerlo, y que no lo había valorado por somos
muy de andar siempre por ahí, sin horas. Sin orden ni concierto, que es músico.
Cleo, en su minuto uno en casa |
Y un buen día sin dar tiempo a nada,
apareció un minino en mi vida. Vino con un pan bajo la patita, ya que apareció
con todo el ajuar: camita, transportín, caja, arena, comida para casi una
semana…..
Una gatita chiquita, callejera, que
andaba con sus hermanos grandes y recios. Era pequeñaja, débil y con hambre de
todo. Negra menos un mechón blanco en la pechera.
En el coche de vuelta a casa, sin
dar crédito a que se había cumplido el único sueño que me he permitido tener,
íbamos pensando como llamar a ese pedacito de alegría. Tenía que ser algo
corto, sonoro y poderío. ¿Cleo? Si, pero mejor Cleopatra la reina del Nilo, esa
que hizo tambalearse el mundo poderoso de Roma.
Desde el minuto uno se pegó a
nosotros como un mejilloncito y yo descubría todo un mundo dentro en esa cosita
que nos perseguía por toda la casa. Cariñosa y sociable, se dejaba coger,
acariciar se dormía en nuestros brazos tranquila o se espatarraba para nuestro
asombro.
Cleo tomando posesión la cama |
Y fue gatita durante un mes y medio,
porque un buen día después de salir de clase hablé con mi chico para esas
cosas de coincidencia hogareña: "que llego, que me voy, que vale, que yo
también"…. Y sorpresa, que no se iba y que tenía noticias: Cleopatra era Ramses.
A parte de las risas que nos hemos dado a costa de eso, y como apareció la
“evidencia” ante los asombrados ojos del trompetista mientras jugaban, fue toda
una conmoción.
Robándome el corazón |
Es que
realmente era muy pequeño, tanto que no había ni desarrollado su cuerpito y
contando ya con una edad en que había cambiado los piñines (dientes) de leche
incluso, el resto no había despuntado. Esa tarde lo hizo con todo su esplendor
y nosotros respondimos proporcionalmente de descolocados.
Menos mal, que la guerra de la
galaxias siempre aporta cordura y sensatez en la vida, así que para digerir el
acontecimiento nos vimos la trilogía (la primera, la de Luke, obvio).
La bola de pelo se ha quedado con
Cleo y a no ser que se suframos un lapsus el género, ya lo tiene definido.
Estoy tan loca contenta, tan
sorprendida, tan alucinada, tan encantada, tan todo que me he dicho: "yo
esto tengo que contarlo".
Y así haré.
lunes, 13 de enero de 2014
Las líneas torcidas del tango
Considero el mes
de mayo de 2009 el momento en que pude acercarme a una milonga (El Templete) y
quedar atrapada en este mundo. Aunque hubo un antes.
Hubo un antes unos
años atrás, esas temporadas que podemos llegar a tener algunos cuando se ha
roto con una situación e intentas
recomponerte, haciendo actividades varias que te ayuden a esclarecer lo maltrecha que
ha quedado tu vida. Así que una de las actividades a la que me asomé fue
bailar lo que fuese.
En su momento hice
durante unos años baile de salón, así que por ahí intenté retomar el tema
llevándome la gran decepción. No sé porqué todos los bailes había cambiado,
teniendo muchos un olorcito salsero importante. Que bien, por supuesto, pero esa
sensación que así el común de los mortales que se echaban en brazos de la danza
en pareja sólo tendrían que aprender un par pasos básicos y los demás tendrían
alguna variación. Y si, pero no.
También lo intenté
con danza del vientre, que me aburrió sobremanera, bollywood cuya energía
estuvo a punto de ganarme para siempre y alguna otra cosa más.
Por aquellos días
conocí a un chico argentino que me comentó de unos amigos que eran bailarines
de tango, actuaban en un local de vez en cuando y eran profesores. Sabiendo
aquello una noche fui a verlos. Me gustó, me pareció bonita la coreografía y todo
aquel “escenario” tanguero, pensé “yo quiero de eso”, así que me apunté a sus
clases.
Por supuesto que
lo que yo quería era bailar tango en algún lugar a modo de salón o latinos, ir
a clase y luego bailar con otra gente, conocer y poco más, aunque lo que
realmente fue "y poco menos".
Recuerdo que la
primera “clase de tango” fue de lo peor de la vida. Entré en un lugar donde
todos estaban emparejados y a mi me dijeron: “tienes que aprender esto que es
el paso básico”. No tenía ni idea así que sola, en un rincón de una sala
abarrotada me puse a…. a….. a…. a no sé qué narices hice durante casi una
hora, sin tener la certeza de que iba aquello y para que había pagado diez
eurozados en un rincón haciendo ¿qué?. Estuve a punto de pillar el bolso y
mandar a zurzir todo aquello. Aunque lo que hice fue respirar profundamente e intentar
relajarme, ya que es cierto que andaba pelín nerviosa por otros temas
personales, así que les dije a los “profesores” que no estaría de más un poco de
caso, por favor (soy educadísima) y si eso, hasta la semana siguiente.
Los meses
sucesivos fueron exactamente igual. Como mucho con un par de chicos que fueran
armoniosos en altura conmigo, aprender unas serie de pasos coreografiados con
más o menos soltura y con cada día menos entusiasmo. Hasta que pregunté: ¿dónde
puedo ir a bailar? Y la profesora me dijo: “Ché que impaciente que sos,
nosotros hacemos unas fiestas para alumnos, vení a tomar mate”. Y fui a una
fiesta a “bailar” y tomar mate.
Debía de tener
tantas locas ganas de bailar y soltarme de una vez en todo aquello, que
reconozco lo pasé muy bien en aquella fiesta, que de milonguera tenían lo
justo.
Tarde un par de
meses más en darme cuenta que lo mío no era el tango, que me aburría
soberanamente, y que desde luego había idealizado aquello, porque no me valía
la pena pagar un dinero por aprender pasos, pasos y más pasos. Cada vez que
preguntaba por algún otro lugar donde se podía bailar comenzaban a hablarme de
lo malísimos que eran los milongueros y milongueras. Gente borde, cerrada, que
no admitía novatos y que me iban a rechazar de plano.
Al final todo
aquello quedó en agua de borrajas, porque un buen día dejé de ir a clase. Dejé
todo aquello aburrida y harta de gastar tiempo y dinero, para que me dijesen
que bailaba muy bien y vamos a hacer fiestas argentinas para contentar al
público.
Fue una decepción.
Así que cuando unos años después alguien me dijo: “en el Retiro hay una milonga
al aire libre”, me faltó tiempo para ir a ver aquello. Y aquello no tenía nada
que ver con nada. Siempre voy a recordar aquel día con fascinación de no
entender nada y la gratitud de unos de los anfitriones a contarme en qué
consistía aquello.
A la semana
siguiente me acerqué con unos zapatos de tacón, con incertidumbre e inseguridad
pero fui y alguien me sacó. En aquel mundo del que me había hablado como lo
peor me sacaron a bailar, y no bailé volé, sin entender nada, simplemente me
dejé llevar por el lugar, la música y el agradecimiento a aquellos que me
invitaron a probar.
Después vinieron
otras clases para corregir y mostrarme en qué consistía realmente todo aquel mundo.
Me resultó increíble pensar en que había invertido aquellos meses, porque no
tenía nada que ver una cosa con otra. Aunque bueno, todo tuvo su momento.
Alguna vez después
me encontré en alguna milonga con esos antiguos compañeros, perdidos y en grupo como animales
asustados de fiestas argentinas, bailando entre ellos y mirando con
desconfianza a los demás bailarines. Ni que decir el pelotón de fusilamiento
ocular cuando me vieron bailando con todos, integrada y por fortuna para mí,
sin rastro de aquellos pasos aprendidos. Me dio cierta vergüenza ajena cuando alguna una vez
escuchaba a alguien diciendo: estos
aprendices que no salen del paso básico en mitad de la pista interrumpiendo,
cuando esas personas llevaban años, muchos años yendo a clases baldías.
Hace tiempo que ya no
les veo, sé que muchos continúan en aquellas clases, con sus fiestas y profesores.
Espero se lo estén pasando la mitad de bien que lo hago yo cuando salgo, me apena en cierta manera, porque no sabrán lo que es encontrar unos brazos energéticos que te
hacen perder la cabeza, conocer gente de cualquier lugar del mundo, sonreír con
el alma y enamorarte de un desconocido bailando a Angelito Vargas y sobre todo, no tener que esperar con
impaciencia la “fiesta”, porque en Madrid si quieres, todos los días tienes una
fiesta milonguera preparada para tus zapatos.
Ni mejor ni peor, lo que buscaba no lo tenía definido aunque si claro, necesitaba un momento analgésico y cumplió su función.
Lo de ahora.... lo de ahora sí que es otra historia, y llena de vida.
Lo de ahora.... lo de ahora sí que es otra historia, y llena de vida.
Etiquetas:
Experiencia,
Tango
Ubicación:
Madrid, España
jueves, 9 de enero de 2014
La Princesa del Pueblo y Otros Orcos Casposos
Echando el ojo
matinal por las redes sociales me llamó la atención un “tuit” que “retuiteaba” uno de Belén
Esteban, a propósito que el libro de esta está siendo líder de ventas, va
más allá de la séptima edición y claro, el comentario de la Esteban era casi
inteligible.
Por supuesto que
estoy sorprendida, como seguro muchos en este país y no dejo de preguntarme como puede ser que
esta señora ande siendo Best Seller, o como es posible tenga tirón y sea imagen de ninguna marca. Pero ahí está la mujer.
Hace años, cuando
iba pasar la tarde con mi madre, la situación muchas veces me llegó a sacar de
quicio porque yo iba a ver a mi santa madre y contarnos, aunque por
teléfono lo hiciera a diario, era por estar con ella por supuesto y hablar de
lo que fuera. El resultando de ese “lo que fuera” consistía a tener tele5 con el “Sálvame diario” y los mismos personajes de siempre gritándose y
sacando unos trapos sucios realmente denigrantes. Aunque lo ofensivo de verdad,
me parece el dineral que mueve el programa y los sueldos diarios que se
embolsan esos casposos personajes.
Salía enfadadísima
por haber tenido que soportar esos programas estresantes llenos de gritos,
amenazas y el venenoso tufillo que se ríen de su público, el cual hace suyas
las historias que allí se lanzan y exhiben sin pudor ninguno.
No sé exactamente
cuando fue el momento en que me di cuenta lo que significaba para mi madre.
Tengo que decir que no me hablaba de ellos como si fueran algo de su vida ,
incluso era bastante crítica con las cosas que ocurrían en el plató, pero
le entretenían.
Mi madre estaba
muy enferma, apenas tenía autonomía y pasaba la mitad del tiempo en la cama o
en el sillón. Dependía de quien estuviera alrededor, además de aparatos que le
diesen una calidad de vida digna mientras se deterioraba irremediablemente
ante nuestros ojos.
A ella le
entretenía y le llenaban los largos días de enfermedad que eran casi una
condena.
Y empecé a “ver”
el programa con otros ojos que no gusto, me parecía y parece una cosa horrible, me
enerva y saca de mis casillas si soy conciente de cuales son los méritos que
hacen que todos esos personajillos para que estén en la pantalla día tras día,
comiendo, bebiendo, haciéndose los ofendidos y hablando como se mueven por los
saraos de la "flor y nata" del país. Aunque una de las cosas que más me sorprende
es como están con el móvil en mano, mandando y recibiendo como fuente fiable
para verter comentarios tremendos.
Entonces acepté la
situación.
Así que en tardes me
sentaba con ella y hablábamos sobre lo que allí ocurría como si tal cosa.
Pasamos momentos desternillantes, que agradezco infinito haber podido compartir
y no pararme a juzgar por qué veía aquello y menos, reprenderla por eso. Cosa que hice muchas
veces antes.
Ahora que no está hago lo mismo con mi tía (su hermana mayor), que sobrepasa las ochenta castañas, quedó viuda
recientemente y se entretiene viendo todas esas marionetas carísimas y sobradas.
Reconozco que Belén no me cae mal. Me parece un muñeco roto que se ha terminado creyendo su
vida de papel couche, aprovechándose de ello y adjudicándose el papel de
Princesa del Pueblo. Quien veremos como ronda en la vida es su hija Andrea, a la
cual le deseo no caiga en la misma trampa facilona que el resto de su patética familia, la de
papá y mamá.
Ese libro se lo
leerán muchas personas por curiosidad, lo ojearán y se lo están comprando “qué
se lo quitan de las manos”.
Retocada entera,
ex-adicta (dice), con más peso, choni se ponga como se ponga y vendiendo
productos de calidad choni como si fueran la panacea. Ahora escribe (que no
escritora) y entreteniendo a montones de personas confesas o no, que se han
asomado a su vida de forma cotidiana o esporádica, pero todos por suerte o por
desgracia sabemos quien es sin género de duda.
Mi última confesión
sobre todo este mundo de brillo falso, me da miedo ya no que las personas de
edad más allá de la jubilación, señoras y señores que también se lo meten
pal’cuerpo, porque les resulta más entretenido mirar las vidas de otros que la
suya propia, sea asiduos de estos programas y petardos sino que hoy por hoy, mucha gente que se le presupone un mínimo de inteligencia y coherencia, hagan
suyo también ese modo de vida y le hagan oídos.
Porque los orcos
fueron inocentes Elfos, los cuales fueron corrompidos (pretérito perfecto simple... y llanamente), sometidos a terribles torturas hasta mutar en engendros aborregados y seguidores descerebrados de un líder temible.
Pues eso te digo.
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