Nunca he sido de esas personas que
desde pequeñas tienen unas “metas que alcanzar" en su vida, y llegada
Las mascotas que nunca tuve |
a cierta edad sino se han visto cumplidas esas expectativas aparecen los momentos de frustración.
Recuerdo de niña en el colegio, allá
cuando tenía tal vez 9 o 10 años, las niñas vivían en la certeza de casarse y
tener hijos, como gran logro personal. A mi particularmente, me espantó el simplismo y línea vital con que nos metían en nuestras
pequeñas mentes. Bueno me espantaba más que nadie lo cuestionase, es lo que tiene ser rara desde la tierna infancia.
Eso sí,
reconozco que había algo que me frutaba respecto con aquellos niños: tenían
mascota. Aunque esa mascota en casi todos los casos era perro.
Porque yo soy más de felino.
Los
gatos siempre me han gustado mucho, demasiado. Les encontraba misteriosos,
independientes, graciosos, hábiles y sobre todo muy de estar a lo suyo. “Así
como tu”, palabras maternas, palabras sabias.
Los perros también, me
encantan los animales en general, pero de otra manera.
A mi padre no le gusta los animales, punto. Le dan miedo pues de pequeño fue atacado por un perrazo que le
hizo daño no sólo físico. Con lo cual lo único que entraba en casa de mascota
eran pajaritos. Y fueron muchos plumíferos amigos lo que tuve.
Pero ni gatos, ni perros. Nunca.
La vida da mil vueltas y aunque de
buena fe, parece que me buscaba compañeros que los gatos les producían el
rechazo social y absurdo de a la mayoría.
Siempre achaqué de que quien piensa
que los gatos son traidores, y con el lema de “los perros es que te quieren
porque sí” es un poco de autoestima compensada con el amor incondicional del
can.
A lo que iba, lo único que he
deseado en la vida y me causó un su grado de frustración fue tener un
minino, así que cuando hace unos meses y después de hablar de ello con mi
chico más de una ocasión y como si realmente hubiera esa posibilidad, sintiéndome
alentada interiormente, hice algo que no suelo hacer por aquello de las
frustraciones antes mencionadas; volvieron mis ganas de tener un gato,
inquietas y calladas.
Empecé a fantasear con esa idea de
tener un felino en casa. Comencé a leer y a escuchar a mi chico, que ha sido
uno de esos afortunados que desde siempre ha convivido con animales,
encontrando de lo más natural hacerlo, y que no lo había valorado por somos
muy de andar siempre por ahí, sin horas. Sin orden ni concierto, que es músico.
Cleo, en su minuto uno en casa |
Y un buen día sin dar tiempo a nada,
apareció un minino en mi vida. Vino con un pan bajo la patita, ya que apareció
con todo el ajuar: camita, transportín, caja, arena, comida para casi una
semana…..
Una gatita chiquita, callejera, que
andaba con sus hermanos grandes y recios. Era pequeñaja, débil y con hambre de
todo. Negra menos un mechón blanco en la pechera.
En el coche de vuelta a casa, sin
dar crédito a que se había cumplido el único sueño que me he permitido tener,
íbamos pensando como llamar a ese pedacito de alegría. Tenía que ser algo
corto, sonoro y poderío. ¿Cleo? Si, pero mejor Cleopatra la reina del Nilo, esa
que hizo tambalearse el mundo poderoso de Roma.
Desde el minuto uno se pegó a
nosotros como un mejilloncito y yo descubría todo un mundo dentro en esa cosita
que nos perseguía por toda la casa. Cariñosa y sociable, se dejaba coger,
acariciar se dormía en nuestros brazos tranquila o se espatarraba para nuestro
asombro.
Cleo tomando posesión la cama |
Y fue gatita durante un mes y medio,
porque un buen día después de salir de clase hablé con mi chico para esas
cosas de coincidencia hogareña: "que llego, que me voy, que vale, que yo
también"…. Y sorpresa, que no se iba y que tenía noticias: Cleopatra era Ramses.
A parte de las risas que nos hemos dado a costa de eso, y como apareció la
“evidencia” ante los asombrados ojos del trompetista mientras jugaban, fue toda
una conmoción.
Robándome el corazón |
Es que
realmente era muy pequeño, tanto que no había ni desarrollado su cuerpito y
contando ya con una edad en que había cambiado los piñines (dientes) de leche
incluso, el resto no había despuntado. Esa tarde lo hizo con todo su esplendor
y nosotros respondimos proporcionalmente de descolocados.
Menos mal, que la guerra de la
galaxias siempre aporta cordura y sensatez en la vida, así que para digerir el
acontecimiento nos vimos la trilogía (la primera, la de Luke, obvio).
La bola de pelo se ha quedado con
Cleo y a no ser que se suframos un lapsus el género, ya lo tiene definido.
Estoy tan loca contenta, tan
sorprendida, tan alucinada, tan encantada, tan todo que me he dicho: "yo
esto tengo que contarlo".
Y así haré.