Un refrán italiano dice que: "lo haces el primer día del año, lo haces el resto del año"
Este uno de
enero cené con mi familia, mientras mi pareja lo hacía con la suya. Otros años después nos hemos juntado para "celebrarlo" y compartirlo con amigos en alguna tranquila reunión.
Este año casi de un día para otro, surgió la posibilidad de ir un
grupo de amigos a bailar al Conventiyo, el único lugar que ofrecía algo entre milonga y fiesta de principio de año, juntarse y echar
alguna tandita aunque la finalidad última es tener un sitio tranquilo,
agradable, grande y sin el agobio que produce salir a cualquier lugar y
compartir con otras personas que están en otra onda y que sinceramente a mí, ni me van, ni me vienen.
Se lo
comenté a mi trompetista que existía esa posibilidad de reunirnos e ir allí, que no iba a ser una milonga convencional, sino un lugar
de reunión en donde podíamos brindar, reírnos, bailar sí pero, más fiesta que
otra cosa. Me dijo que le parecía genial que fuese allá con mis amigos, él se iba a casa más a gusto que todas las cosas y que lo pasara bien. Si eso
no es amor, que venga el Divino y lo vea.
Así que a
las tres de la mañana del primer día del año 2014, después del momento mensajes de:
“cuando salís”, “donde estáis”, “salimos ya”, “os estamos esperando”, “nos
hemos liado”, “por qué no metéis prisa si os queda”; una docena personas
tomábamos como posesos de felicidad y alegría el lugar.
Besamos,
charlamos, felicitamos, milongueamos, reímos, brindamos, abrazamos y empezamos
el año.
Al final de
la noche estuve dando masajes a un par de bailarinas que arrancaban el quinto
día del que apenas se había bajado de los tacos. Brindé con mis amigos, nos reímos
y me reencontré con alguien a quien quiero y hacía mucho que no veía.
No podía
haber empezado mejor, familia, con una demostración de respeto y amor, bailando tango, rodeada
de buenas amigas y amigos, dando masajes y con alegría por los cuatro costados.
Al regresar a casa ya avanzada el alba, alguien me esperaba para desayunar y sonreírme con cariño,
acompañado de una gata somnolienta maullando sin cesar.
Me dormí
abrazada a mi chico, mientras mi gata ronroneaba a los pies de a cama.
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