Hace tiempo que decidí que ya estaba bien de ejercer un
trabajo puramente administrativo, que ya lo había dado todo, o casi todo,
desarrollando con el tiempo, una cantidad de funciones, que aburridas a parte,
no sirven para nada. O mejor expresado, no me hacen evolucionar de ninguna
manera.
Como muchas personas, que quieren hacer algo diferente, a
veces no saben, cual esa cualidad, o ese don, que de alguna manera, está oculto
en nosotros, y que si sale alguna vez, nos proporciona una gran satisfacción.
Por fortuna, decisión y la formación en la estoy desde hace años inmersa, no ha sido por la
situación en la que se encuentra muchas personas en este país: no tengo
trabajo, no encuentro nada, me tengo que reciclar.
Quiero pensar que la decisión es la correcta, no me cierro
ninguna puerta a lo que pueda pasar y ofrecer la vida, por supuesto, lo único,
es que quiero abrir otras, y otras que estén más acorde con lo que quiero y se
me da bien.
Durante el tiempo que mi madre estuvo enferma, le tocaba
mucho. Daba masajes en las piernas, en los pies con cuidado, en la espalda. Le
untaba en cremas, aceites, o simplemente le tocaba.
Ella decía que le calmaba los dolores, y que le hacía bien
que le diese, a parte de todo mi amor, mimos en forma de masajes y toques por
todas partes.
Siempre había estimado que el posible bienestar que le
pudiera producir todo lo que le hacía, tenia una gran parte de gratitud
materna. Como no pensar, que si a una madre le duele, su hija no se lo pueda
remediar de alguna manera.
Muchas veces probé, previo consentimiento, con algunas
compañeras de habitación del hospital, donde tantos días y tantas veces
pasamos. Y también funcionó.
Entonces probé a hacérselo a otras personas, masajearles los
hombros, la espalda, la cara, las manos, los pies. Con mimo, cuidado e
intuición. Y funcionaba. Quien se ponía en mis manos, se relajaba de una manera
casi mágica
Eso te ánima, claro. Algo estás haciendo bien, además de tu
intención.
Y con prácticas y poco tiempo, hacia y daba.
La conclusión fue que me gustaba mucho, y que valía para
eso. Para reparar esos nervios de la vida diaria, en forma de estrés laboral, o
aquellas situaciones emocionales que son difíciles de gestionar, y acaban
acomodándose en nuestro cuerpo, e incomodando al mismo.
Hasta que mi vida a nivel personal no se estabilizó de
alguna manera, no pude comenzar cursos algo más largos o regulares, que no
fuesen los talleres de un día, fin de semana o alguna semana suelta. Y a esos,
tampoco podía ir con regularidad.
Y son muchos, fantásticos, y caros, carísimos. Y aunque me
apetecía y quería apuntarme a muchos… no, a muchos no, a todos, tuve que elegir
ese en concreto que iniciaría la cuenta, cursos anteriores a parte.
Fue la reflexología. El porqué es muy sencillo, soy tanguera,
de hace unos años, y aunque no tan asidua y habitual como al principio, pero
cuando sales a bailar; lo haces, y a la segunda tanda (ya contaré más del mundo
del tango, a nivel de usuario), ya no tienes cansancio, ni sueño, ni te sientes
mal, y lo único que apetece y quieres, es bailar hasta que se abra el piso.
Pero claro, así empiezas, pero luego paras. Y a veces, más
que parar, parece que caes con todo el equipo anatómico, casi rozando lo
forense alguna que otra noche.
Se quedan los pies doloridos, que no puedes con ellos. Te
duelen hasta el hueco de entre los dedos. Los metes en agua, los masajeas, les
das crema, les pides perdón, les juras que al día siguiente, no sales, y si lo haces,
serás más moderada (todo eso importa nada
al día siguiente, si vuelves a bailar. Así te lo cuento), pero da lo mismo, te duelen a morir.
al día siguiente, si vuelves a bailar. Así te lo cuento), pero da lo mismo, te duelen a morir.
Luego se calman, si, pero en breve te vuelves al zapato de
tango, y venga a volar, milongueramente hablando.
Así que pensé en el alivio que resulta, cuando te dan, no te
das, sino que alguien te da un masaje relajante o descontracturante, y deja
suelta la planta, los dedos, los tobillos, y notas de nuevo flexibles los
metatarsos.
Durante las clases, efectivamente me di cuenta que se me
daban bien, y no tenía mucho más que tener conocimientos que esa técnica, que
de manera intuitiva ya sabía.
Después del curso, talleres, y otros conocimientos han ido
dándome más información, formación y soltura, pero esto es una carrera de
fondo, en el que siempre aprendes algo más. Hay tantas modalidades y formas de
masajes, que te desorientas a veces, es el exceso de información, pero no
importa, también se puede considerar una oportunidad.
Ahora es otro curso, para aprender otro tipo de masajes y
presiones, a parte de lo que ya sé. A las personas a las que he tenido el gusto
de dar masajes, también les chequeo con reiki (también encantada), con lo cual,
la técnica e intuición hace que trabaje más profundamente, no sólo el tema
muscular, sino el emocional.
Me gusta mucho todo este mundo del masaje, sus posibilidades
y variantes. Es esto lo que quiero hacer y dedicarme, ya sea por cuenta ajena,
o propia, y no creo que pare nunca de aprender y hacer talleres. Espero tener esa
fuerza y energía.
Al fin y al cabo, trabajar con la energía, entenderla,
comprenderla y disfrutarla siempre me interesó.
Y todos, no somos más que energía.
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