Tengo que hacer una confesión pública.
Me gustan los anuncios y teletienda.
Mucho mejor, que me siento ahora, por favor, llevaba esto en
mi interior desde hace tanto tiempo.
No veo casi nada de la televisión de forma continúa, no me
interesa ningún concurso, alguna de Saber y Ganar veo de vez en cuento, pero
poco más. Algún documental de la dos, siempre y cuando un animal no se coma
otro animal, que me da.
Tampoco la amplia oferta televisiva de realitys. Ya sea
casar a su hijo, a su hija, montón de petardos metidos en una casa, en una
supuesta “academia” para hacer gorgoritos, con la siguiente cera de unos de los
impresentables de la noche. O esos que hacen ahora de levantar un negocio,
después que te has dado el gusto de humillar a los dueños públicamente.
¿quién no quiere ser así de feliz? |
Tampoco los programas del corazón, o del hígado, que es lo
que me suele dolor, si me expongo a ellos.
Algún momento, de algún capítulo, de alguna serie, en
general española. Me gustan nuestros actores.
Los telediarios, me rechinan la mayoría.
Y así, hasta quedarme sin palabras, a propósito de los
programas de “calidad” y que considero más perjudiciales que dormir la siesta
con la cabeza en el microondas y el móvil cargándose sobre la tripa.
Nada, no hay tela que cortar.
Ahora, cuando empiezan los anuncios….
No sé, siento un momento inspirador viéndolos. Deleitándome
con la propiedades del producto, y las grandes aportaciones a la interpretación
de más de uno, una o it.
La mayor parte de las veces, ni recuerdo lo que anuncian
esas joyas de apenas 20 segundos.
Entrar en ese bucle de maravillas, colores, y sueños.
Pero todo eso se queda corto, muy corto, cuando piíllas esos
despliegues publicitarios, que son las teletiendas.
Que decir.
Puedes cortar, cocinar, hacer zumos, ponerte unos calcetines
que van más allá, de nosequé, unas zapatillas de andar por casa. Las gafas de
sol, que todavía no se que extraordinarias cualidades tienen, y son feas de
cojones, pero si los anuncian por ahí, su cosa tendrán.
Y los aparatos para hacer ejercicio en casa. ¿Por qué he pensado
en volver al gimnasio siquiera una vez?. Con algunos aparatos, estoy segura que
además de fortalecer hasta las pestañas y las uñas de los pies, puedes volar
como en una alfombra mágica, y con unos brazos del copón.
También hay un producto que parece lo más, porque los
momentos de felicidad que cosecha en pantalla, son para quererlo ya.
Esa cartera de metal, fantástica, de colores brillantes que
entre sus múltiples cualidad, a saber son: es de vivos colores (4 y uno es el
negro), que si metes la mano en el bolso maleta habitual sale a tu encuentro,
metes un billete de 10 euros, tiras la cartera un charco, y después de
recogerla del barrazo con dos deditos, los euros están secos (lloro siempre con
este momento), y un montón de cosas más que no recuerdo, pero seguro que me
haría sentir la más poderosa del universo con ella en el bolso.
Me chiflan las máquinas que cocinan solas. No lo he pillado
todavía del todo, pero creo que te ponen la mesa también. Además si cocinas con
el aparato en cuestión, tu cocina es en color y tú estás rechupi de contenta
sino, está llena de cacharros enormes y es en blanco y negro todo, y tú con
pelos de loca. Un sinsentido no tenerlo.
Con el libro que regalan puedes hacer hasta pollo relleno de
tortilla de calabacín y pescado, echando los productos dentro, como en una
chistera.
El señor con sobrepeso que lo anuncia, y que también vende
cuchillos que parecen destinados a Jack el destripador, o público similar, bien
que lo dice.
Ahora, el producto que me tiene con una sonrisa desde que
empieza, hasta que viene mi chico a sacarme de la abducción apagando la tele,
hablándome con cariño y volverme del ensimismamiento, son unos recipientes
pequeños, y aquí hay a decir el nombre del producto: son los webis.
No hay nada igual en el mundo. Sirven para hacer huevos
cocidos, sin cáscara.
Partes el huevo, y lo hechas en el recipiente, lo cierras
bien, y al agua hirviendo, donde en un par de minutos ya están. No tienes más
que sacarlo, quemarte las yemas de los dedos, y ya.
También puedes prepararlos con cosas. Lo que se te ocurra,
desde aceitunas, chorizo, todas las especias de casa a la vez….
Los puedes poner todos colocados porque tienen base. Los
niños lo pueden comer, con una alegría y tener en 5 años el colesterol
reventándoles sus infantiles arterias, y tu hacer huevos cocidos de forma convulsa,
que yo no lo sabía, pero puedes cocer huevos sin parar.
Y encima, si llamas antes de tiempo, te regalan, que siempre
regalan a lo loco el doble de necesitas, el doble de webis. Que llegas a la docena,
por llamar.
Y por la forma, en navidad tienes decorado el árbol con los
webis.
Hay tantos, tantos productos, que creo que tendré que contar
más veces de este capricho de los sentidos míos.
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