viernes, 30 de agosto de 2013

Mirando el móvil

Me encantan las nuevas tecnologías, los gadget informáticos.
Tonta me quedo si puedo acceder a algunas. Esos teclados digitales, tan de ciencia ficción en nuestras manos. Los tablet, las consolas, ultrabook, ebook….
Internet,  maravilla. Redes sociales, divertidas, útiles.
Me encanta de verdad meterme en todos esos saraos de las redes sociales.
O aprender a manejar ciertos programas. Investigar sobre algún tema, o muchos. Buscar cosas que necesite…. ¡yo que sé!
Así tengo la vista, de estar pegada al ordenador todo el día.
Y ahora los teléfonos inteligentes, también echando leña al fuego de la avidez.
Aplicaciones en el smartphone.
Programas en ordenador.
¡Venga ahí, alegría!
Y todo esto, que te da la oportunidad de estar comunicada con el mundo entero.
Saber de amigos que viven en el culo mismo del planeta (tu para ellos, eres quien vive en la parte glutear terrestre). Hablar con un amigo que está en Buenos Aires. Recibir un mensaje de Roma. Seguir a tus amigos, que por arte de una suerte mágica (ejem) han tenido que emigrar a Australia. (El último se marchó el martes a Carolina del Norte, contenta me tiene el tema).
¡Qué algarabía comunicativa!
Por todas partes y a todas horas.
Recuerdo con gracia el tema de enviar los primeros mensajes por aquel bulto pesado, que eran los tatatarabueletes de los actuales móvil…. ¡perdón! smathphones. Rióme para dentro.
Oye que puedes estar comunicada con el mundo exterior, las 24 horas del día los 7 días de la semana.
O visto de otra manera, estás localizada las 25 horas del día, los 8 días de la semana (cálculo con margen, para el cambio horario).
Todo eso me maravilla, gozo, disfruto y me turbo a la par.
A veces me da un poco de miedo, todo esto, porque me he creado una dependencia un poco absurda.
No hay que conectarse a todas horas con las redes sociales. Que me cuente twitter cada 2 segundos nada.
Ya no sólo las llamadas telefónicas, que son las menos, sino los mensajes personales, empezando por los antiquísimos sms, y siguiendo por los e-mails, whatapp, line, facebook, twitter, Messenger, Linkedln, Hangouts, skype, notificaciones de nosequé...  ¡Madredelamorhermoso!
Así que, aunque me encante todo esto, las posibilidades,  entretenimiento, desarrollo laboral… y tantas utilidades para quedar, tener acceso a formación, noticias diferentes a las precocinadas de los medios de comunicación…. ¡Necesito parar!
Necesito la tranquilidad de no querer saber nada.
No digo estar desconectada del mundo, no exactamente, porque hay situaciones que requieren atención, y personas importantes, que también (papá, no el Papa. Ese no). Pero para todo lo demás; hay que saber parar.
Hay que dejar de tener la necesidad de contestar, dejar la vida para mandar un mensaje, me da lo mismo el formato. Y dejar tranquilo el perfil. Y no mirar lo que dice Sergio Ramos, que si tiene un problema de cariño, yo no se lo voy a solucionar.
Así que de vez en cuando, tengo que salir, sin móvil. La primera vez es difícil, pero si conseguí “saber decir que no” con soltura, una minimierda máquina, no debe de poder con mi voluntad.
Y de verdad, que quiero al mundo entero (con algunas deshonrosas excepciones, siempre), adoro ver fotos de mis amigos sonrientes pasándoselo estupendo en la playa, o verme invitada a ese curso o evento, tanto tiempo esperado, pero…. Hay que desconectar.
No hay nada mejor, que levantarse un día que no tienes obligación de madrugar, tranquilamente. Prepararse un rico desayuno. Terminar el café mirando por la ventana. Planificarse el día con esas tareas cotidianas, que no se les atiende de la misma manera el resto de los días. Salir a pasear, o comprar pan y huevos. Preparar la comida, ver una película entretenida mientras comemos (me las descargo, y que venga la sgae a casa con el ariete y de paso nos ponemos a buscan el pen, que no se donde lo eché). Hacer siestita. Recoger. Escuchar a mi chico tocar. Cantar y bailar con él. Leer. Tal vez prepararte para salir a bailar. Limpiar los zapatos de tango. Hacerte unos mimos corporales. Hacer una cena especial y rica. Hablar con papá (a mamá la pienso cada día). Cenar con vinito o rica cervecita. Perderse en el tiempo en abrazos y besos.
Y no haber conectado el ordenador, ni prendido datos del teléfono….. ¡Gusto da pensarlo!

jueves, 29 de agosto de 2013

Eres una niña mala

La gran frase de nuestra educación infantil. ¿Qué no? A fuego la tenemos todos grabado en lo más hondo de nuestro ser.
Una niña o un niño malo, por supuesto. Además, y por mucho que se suponga ha cambiado la vida, esa “herramienta” se utiliza con bastante más vigencia y soltura todavía..
Lo peor de la frase, es que la llave para el chantaje emocional, que de mayores, tan bien suele funcionar.
Y no digo que mis padres, como todos los padres, no me hayan educado con todo el amor y más, del mundo. Y que lo hicieron bien, dentro de sus limitaciones, personas que se encuentran con una situación como la ser papás, más solos que la una y con aquella sociedad político/religiosa tan tremenda. Exactamente igual, que todos los papás de aquella época, y de la siguientes….
El caso, es que es un arma de doble filo, un moldeador de pequeñas inquietudes, que como un río erosionador, van dejando huella, poco a poco.
Esta frase, que se suelta a los críos, y en la mayor parte de las ocasiones, cuando el adulto de turno, no puede más. Esté liado o tranquilo, pero es lo primero que se suelta.
“Madre mía que alboroto, eres muy malo”. Por supuesto, no se va a parar con ese mensaje, pero entonces viene una primera vez, y con esa ya basta, para el resto de tu existencia: “¿no sabes estar tranquil@?, siempre haciendo ruido, si no eres buen@, mamá (o papa, los tíos, abuelos, amigos, vecinos, y san dios bendito), no te va a querer si te portas así”.
¡Ale! Ya tenemos mensaje para el resto de nuestra vida.
Si no te portas bien, quien se supone te va a proteger, no te va a querer. Sencillamente.
Soltarlo en el momento oportuno, y otro niño más al saco, que en el futuro puedas manipular.
Evidentemente, no todo el mundo tiene subconsciente ojoplático con la enseñanza. Igual que no a todo el mundo le duelen o entienden la vida, y según crece le pueden afectar de una manera u otra las situaciones.
En el caso de las mujeres, y de eso, aunque no sea porque lo soy, sé algo más, es la gran enseñanza. Hablo, de las que ya somos mujeres, supuestamente (sin rotundidad, por supuesto) que estamos hechas y derechas. Con los chicos, no se utilizaba tanto, porque al fin y al cabo, es el hombrecito de la casa, pero las chicas….
Si no ayudas, no eres buena. Si no te pones el vestidito (horrible, por otro lado), no eres buena. Sino no se qué, no eres buena.
Y así vas creciendo. Te encuentras adolescente, con las hormonas dando por saco, con las inseguridades, y todas esas tremendas consecuencias de ir creciendo y sintiéndote lo peor por momentos, u horribles otros, dependiendo del día.
Y el mensaje sigue ahí. Si no llegas pronto, a la hora establecida, eres una niña mala. Si te gusta un chico, malísima. Sino estudias… mala y tonta. Sino….
No hablo que fuese un mensaje mantra repetido en casa, que va, lo tenías en la tele, en el colegio, los vecinos, en el mercado, en el calle y en el Vaticano. De ahí salían los más claros mensajes
Probablemente, nos lo habrán dicho, muchísimas menos veces que las que recordamos, pero ya teníamos el susto y el mensaje en el cuerpo.
Qué carne de cañón te vuelves cuando empiezas a tener tu autonomía, y en algún momento, por cualquier circunstancia, y esa persona a la que quieres, aprecias, o admiras por encima de todo, te pide algo que no quieres, y te suelta, poco más o menos “me has defraudado (porque no has hecho algo que no querías), no eran buena como yo pensaba”. Pues ya está hecho y dicho todo. Te entra la cosa, y una de dos: o accedes a lo que no te apetece, que puede ser irte de fiesta, irte de camping, ponerte otro vestido patético, o en el peor de los casos, pasar por un aro, que….. (eso para otro día). O eso, o sufres unos ataques agudos de culpa, que te rompen.
Entonces descubres como los dioses de la psique: te recomiendan que “debes aprender a decir que no”. ¿Qué vas a aprender a decir que “no”?, si lo haces, tu vida se vuelve terrible, elijas lo que elijas.
No te creas que el “rollo de la niña mala” , no lo tienes ahora, por todas partes. Pon la tele. Los anuncios, te dicen lo poco que vales sino utilizas "no se qué".
Toma una revista de “chicas”: el maquillaje perfecto. Cómo lucir como una modelo.
Viste de ésta manera. Sino lo haces, ¿a quién vas a gustar?. Luego te meten el rollo, de “como ser una mujer independiente” o “aprende a decir que no”. Hay que fastidiarse.
Realmente es difícil quitarse todo eso de encima. Pero no imposible. Tienes que luchar con tus miedos, diciéndoles que no te van a dejar de querer, que no lo saben hacer de otra forma, y que no pasa nada, y te puedes hacer valer, tan ricamente.
¿Y si insisten?, tal vez, esas personas no te quieran como tu necesitas (ya tocará sufrir, por miedo).
Los padres no cuentan, porque a los pobres, a la que podemos, les hemos puesto en su sitio en el minuto 3 de la adolescencia.
Una cosa hay que tener cuidado, con las mujeres que se mueven con esa “habilidad social”, y que van a por los hombres, que bastante tienen con esta loca sociedad, que se comportan como manipuladoras terribles, y acaban llenos de resentimiento. (¡Mira! tema)
Hay mucho petardo/a social, que no sabe funcionar sino es a través del chantaje de las emociones ajenas.
Cuando llevas tiempo, trabajando este punto de: haré, diré, pensaré y decidiré como quiera, en mi beneficio, y no aceptaré, ni consentiré, las insinuaciones sociales, de nadie, ni del Papa de Roma (de ese menos, aunque sea éste). Entonces te vas a sentir como nadie.
El mundo es muy terrible, y estamos sometidos al sentimiento de culpa, por todas partes y por norma, como una cantinela.
Trabajas duro, y aprendes a ser fiel y honesta. Te van acusar de todo, sino “cedes” a cualquiera.

Cuando te sientes segura, y has decido para tu buena salud que eres una niña mala, que hace lo que necesita para sí misma… el caso, es que además, te gusta. 

miércoles, 28 de agosto de 2013

Mi derecho a no ser perfecta

Desde que naciste. Desde que te levantas hasta que te acuestas. En todos los soportes posibles, y con todo tipo de estrategias.
Tienes que estar maravillosa, física, intelectual, emocional y espiritualmente.
Y no me da la gana.
La banalidad y esclavitud que somete la sociedad y el sistema a la mujer, que empieza a sentirse bombardeada desde pequeña, y lo peor, que están metiendo en el saco al género masculino, es como poco deleznable.
El mensaje está claro: tienes que ser joven eternamente, estar siempre bella, crecer con tus emociones, el cuidado de tu cuerpo, siempre con el tufo de no tener defectos, meditar, y no enfadarte por las contrariedades.
Ser fuerte como un muro. Saber manejar las situaciones. Sonreír, a jornada completa.
Y la larga serie de consejos, recomendaciones y posibilidades.
Siempre maravillosa.
Y es que no te tiene que dar la gana de gastar energía, en estar siempre arriba.
Ocultar tus piernas porque tienes venitas (que no venas, por supuesto)
Las arruguitas; no gesticules, cremas caras, o mejor, carísimas. Tratamientos a saco.
Las caderas finas, huesudas, no redondas. Con curvas, pero sin excesos.
Pintarse, peinarse, maquillarse. Hasta dormida tienes que estar perfecta.
¿Si no fuese así? 
¿Pero que pasa? ¿En eso tengo que basar mi autoestima? La seguridad en mi misma, radica porque tengo el pelo brillante, o llevo unos tacones que dan vértigo. Porque no, echarle gracia natural para solventar la vida.
Y no pasar por tonta o frívola, si acaso no sabes de algo. Informada y con opiniones claras.
¡Ah! Hay que meditar, para tener tu momento de paz. O mejor, haz deporte. El cuerpo y la mente a trabajar. No, matiza: haz Pilates. Es más cool. Así tendrás unos movimientos más femeninos.
Y talleres, para estar al día, un poco para rellenar, y tener en que invertir el tiempo.
¡Puff! Es agotador, por favor.
Aunque no reivindico el derecho a estar tirada, no hacer nada, o descuidarte. No, me refiero a eso.
Estoy pensando el derecho a ser perfecta, equivocándome cuando elijo, pero elegir yo.
A cuidarme la piel, pero no frustrarme porque no tenga el lustre de hace años. A que mi cara tenga sus mimos diarios, pero querer esas arrugas, que han aparecido de vivir.
A leer lo que me guste y divierta, no solo prestar atención a temas intelectuales. Y si me trago un best-seller, como si me leo las obras completas de Aristóteles.
Y si tengo el día malo, pues lo tengo malo. Me puedo sentir fatal, llorar, y enfadarme, es que es mi derecho. Incluso, si lo necesito, perder los papeles. Pero al igual que llevar la belleza, supuesta, a límites absurdos, lo mismo pasa con el ánimo. Es que es necesario enfadarse, pero no dar alas al abatimiento sin sentido. Pero si me quiero desahogar y terminar con los ojos hinchados, los puños doloridos de apretar, y gritar porque algo te ha superado, sin injusticias o echando balones de responsabilidad fuera, te cabreas, ya está.
Meditar, puedes hacerlo en cualquier sitio, y de cualquier manera. Cuando caminas, cocinas, haces deporte, o mirando por la ventana. A veces la mejor meditación es no pensar en nada, parar un minuto y sonreír. O mejor, reír tanto que se nos mueva el mundo por dentro.
No somos eternos, nuestra belleza es esa, que somos efímeros, tenemos tiempo de estar magníficas, perfumadas, maquilladas, peinadas y vestidas como para un desfile, o para tener la mala cara, despeinadas, y andar por casa canturreando con ropa destrozada.
Mientras no te creas que eres tan especial, que no hay nadie como tu, que no necesitas tener la cara de un papel couche, ni que tu maquillaje es phoshops de la vida. Que tus piernas te llevan donde quieres, y puedes bailar hasta el amanecer, y no importa si hay celulitis o venas.
No significa que no te cuides. Hay que hacerlo, hay que mimarse y cuidarse. Porque nos gusta sentirnos guapas, pero eso no significa, no tener “imperfecciones”. Y además, es que este cuerpo, con todo lo que nos da la existencia, es para siempre, para toda la vida. Cuidarse no es convertirse en esclavo de uno mismo y su aspecto. Siento que la meta de todo es, sentirme satisfecha conmigo misma, lo que soy y puedo conseguir.
Por eso, si alguna vez resulta que tengo tripita y se marca cuando me pongo algo. O que mis pies son feos y no me gusta que me los vean. O ese granito, que parece va a salir en las noticias, y arruinar nuestra existencia.
Si andas siempre con ese dilema, tu seguridad se sentirá constantemente amenazada.

Y a mi eso, no me apetece lo más mínimo.

martes, 27 de agosto de 2013

!Este tomate, sabe a tomate¡

“Estuve en el pueblo y he comido tomates que saben a tomates” 
¿Quién no ha dicho o escuchado esta afirmación durante el verano?
Lo del pueblo, para quien tenga la suerte de conservar ese remanso de paz, y que tan buenas escapadas está procurando, vacionalmente hablando, siempre es un lugar donde podemos redescubrir ciertos placeres, que la gran ciudad, o la vida apresurada que llevamos, han hecho que dejemos de lado.
Siempre y cuando, lo de “volver al pueblo”, no signifique que vas a un lugar, que es una ciudad a escala, con sus tensiones también a escala,  que las hay.
Me refiero a ese sitio, donde si vas con críos, ten por seguro que se van a asilvestrar a partir de 3 día. Porque claro, están acostumbrados a ir donde sea con carabina, que ya no te puedes tragar una hormiga a gusto, si te ve el acompañante adulto de turno.
Pero no me quiero ir por las ramas, que me voy con bastante facilidad, que para eso soy descendiente directo de Tarzán (mira, tema para otro día), sino, me voy a la tomatera.
Ese el secreto del sabor de los tomates, son de temporada estival.
Ricos, frescos y la base de un montón de platos veraniegos que nos alimentan y dan mucho juego en nuestra cocina.
Y como éste, todos. Tenemos la suerte de vivir en un país con unas características que hacen tengamos ya no sólo huertas fantásticas, sino un litoral que nos baña por los cuatro costados, montañas y pastos, y para rematar islas con ese lujo autóctono que brinda su entorno.
Es difícil distinguir que producto puede ser de un mes u otro, porque durante todo el año tenemos la suerte de contar con todo tipo de productos, sea cual sea. Vienen de todas partes del mundo, sino de invernadero, piscifactoría, o saber.
Y si apetece, y está estupendo, el podernos preparar un gazpacho, cuando nos venga en gana. Pero, no sabe igual. Evidentemente, ese olor corcho plastificado, será uno de los nada agradables alicientes, con que contaremos al tenerlo entre las manos.
Es verdad, que a veces el ir a comprar implica llevarnos las gafas de leer, porque ver de donde nos abastecen, es cuestión de volvernos casi expertos.
Para eso contamos, con nuestras tiendas cercanas, las del barrio, para que cuando regresemos a la ciudad, y sino te has ido como yo, porque seas del pueblo de Madrí, puedas empezar a llevar a casa los ricos manjares de la península.
Otra cosa que hay que tener en cuenta, que la cocina de temporada, además de darnos en cada estación, y prácticamente, cada mes ciertos productos, con todo su sabor y variedad, muchas veces es más barato, porque es de aquí, y se produce de manera natural, ahora.
Además que los productos de temporada también tienen la cualidad escondida de proveer a nuestro organismo, para prepararnos en este caso, tanto para los últimos calores veraniegos, como para el otoño. Aunque el calentamiento global y los grandes almacenes, se empeñen en diluir los cambios de estación.
Ahora que ya se va terminando agosto, y mencionar lo que ya se fue, tampoco es la información de la que estoy hablando. Septiembre, que está a la vuelta de la esquina, nos va a dar un montón de posibles alternativas,

Y como no sólo es cuestión de soltar el rollo, de lo divino de los alimentos de temporada y ya, estuve recopilando lo septiembre nos va brindar, comencemos con las frutas: aguacate, albaricoque, caqui, ciruela, chirimoya, frambuesa, granada, higo, kiwi, limón, mango, manzana, melocotón, melón, membrillo, naranja, nectarina, paraguaya, pera, plátano, sandía y uva.
Verduras y hortalizas: acelga, ajo, alcachofa, apio, berenjena, brócoli, calabacín, calabaza, cebolla, col lombarda, coliflor, endibia, escarola, espinaca, judía verde, lechuga, nabo, pepino, pimiento, puerro, rábano, remolacha, repollo, tomate y zanahoria.
Y ahora la parte que los vegetarianos y veganos, deben obviar:
Pescados y mariscos: almejas, anguila, bonito, buey de mar, calamares, camarón, carpa, cigala, centollo, congrio, dorada, fletán, gamba gris, jurel, langosta roja, liba, mejillones, mero, nécora, palometa, perca, percebe, pez espada, pulpo, ostras, salmón, sardina y trucha (meses buenos de marisco, los que tienen “r”).
Carnes: becada, cerdo, codorniz, conejo, conejo de monte, faisán, gallina, liebre, pato, perdiz, pollo, ternera y vaca.
¡Ah! Los frutos secos, que son la perdición de la hora tonta: almendras, avellanas, castañas, nueces, piñones, picas y pistachos.  Que parece mentira, pero lo son.

Evidentemente, que hay muchos que son de final de verano, y finalizando el mes y entrando en otoño, algunos irán perdiendo su temporalidad, apareciendo los otoñales.
Si te animas a cocinar productos de temporada, ganarás en salud, a parte de concienciarte con el medio en el que vives, te nutrirás con lo que necesitas, porque no hay mejor medicina que la naturaleza.
Pero todo esto es una cuestión de elección, nada más, al fin y al cabo, nos gusta tomar una ensaladita de vez en cuando, y en todas las épocas del año.
Este no es una proclama a favor de una cosa y en contra de otra, esto, como todo en a vida en es cuestión de tener información y utilizarla a favor de nuestra salud, ya sea emocional, física o económica, que nadie mejor que uno, se debería conocer.
¡¡¡Salud!!!


lunes, 26 de agosto de 2013

Todo es cuestión de querer

Con todas las cosas que andan ocurriendo, y que ahora tengo la suerte de tener un lugar y tiempo para reinventarme, también estoy aprendiendo y descubriendo, cuanto me gusta hacer yo las cosas de siempre.
 Vamos a ver, me sigue sin gustar pasar el aspirador, o fregar los platos, pero no estamos en eso.

He redescubierto el placer de cocinar. Todo los clásicos que hacían las madres y abuelas, lo estoy intentando, con bastante acierto, he de decir, a hacer platitos de los de toda la vida. Y de los de ahora, e inventar recetas, que una vez conseguidas, van al cuadernito de recetas.
Sobre todo, a saber que hacer con los cuatro ingredientes huérfanos del frigorífico.
Encantada de desayunar, comer y cenar sabiendo que lo hecho, es por una, y que sabes lo que comes. Sano, saludable y responsable.
Hace no mucho, me encontré en casa con la máquina de cose de mi madre. Sin tener ni idea de cómo empezar con lo de coser con aquello.
Ya no la tenía a ella, que tantas veces me insistió en que aprendiese, y lo hice, una vez más, a nivel de usuario. Un botón, un bajo, y chapuzas con aguja e hilo. Y poco más.
Pero claro, hay cosas que se pueden arreglar, coser, e incluso, aunque poco a poco, atreverme con cosas sencillas de confeccionar.
Eso ya va más despacio, pero va. Hice unos cursos de costura en un taller, que siempre son herramientas nuevas, por lo menos para empezar a caminar.
Recuerdo cuando por fin empecé a utilizar de forma natural el dedal, o tener buena postura para coser. Fue emocionante. Eché de menos no poder festejarlo con ella, y haberle contado los pasos torpes e inseguros, pero llenos de ilusión  que estaba dando, y que es cuestión de poco que empiece a manejarme con cierta soltura.
También  aprendí a hacer jabones. Tomé la decisión de empezar, por la demasiada dependencia de esta sociedad de consumo, y a veces cuando lee la composición de las pastillas, te das cuenta que todos lo ingredientes son químicos, y que incluso los “naturales” tienen conservantes que no lo son.
Al principio es extraño, porque has visto a alguien o escuchaste hablar de que las abuelas lo hacían. Utilizaban el aceite usado par fabricar un jabón que quitaban las manchas más tremendas, y te dejaban la piel limpia, limpia.
Ahora se utilizan infinidad de aceites imaginables y aceites esenciales que tienen propiedades infinitas y aromas de lo más exótico.
Y así un montón de cosas más, es cuestión de querer. Si es cierto que todo empieza por un necesitar, y tienes que ponerte a investigar y buscar. Pero con Internet y tanta información por todas partes, llegas a todo eso y más.
Es verdad que hay cosas que se me cuestan más que otras, y en algunas tengo momento de exasperación porque no salen a la segunda, pero hay una tercera que si sale. Sino, será a la cuarta.
Me di cuenta que tengo unas manos mágicas que entienden cuando mi cabeza se queda pensativa.
Tengo un buen equipo. Cabeza, corazón, manos hábiles y buena voluntad.
Porque si desde un principio, hubiera dicho: no sé o no puedo, nada de esto hubiera dado sus frutos, hubiera buscado excusas (que no razones), y boicoteado para que nada hubiera salido y tener una excusa para quejarme.

Hoy no sabía que contar(me), hasta que caí en la  cuenta de las cosas que se hacer, estoy aprendiendo y aprenderé. Porque no pienso parar ningún día de mi vida, sino sea para descansar y recuperar las fuerzas para continuar.

viernes, 23 de agosto de 2013

Depresión. La maldita oportunidad


Hace algunos años, bastantes ya afortunadamente, donde sufrí una gran depresión.
Y cuando me refiero a depresión, me refiero a la enfermedad. Pura, dura y terrible. No a esos momentos donde nuestro ánimo está por los suelo, todo nos parece una meta inalcanzable, estás de bajón, mal humor y…. todos esos síntomas donde nos hemos encontrado en algún momento todos, tienen una duración de unos días. Generalmente lo que tarda nuestro organismo en recomponerse descansando, o nuestras hormonas se relajan de darnos castigo.
La depresión que tuve, fue una enfermedad diagnosticada, donde por un periodo de cuatro años, desde que empezó, hasta que puedo decir que se acabó, estuve medicándome.
Como todas las enfermedades que se sufren, no se desean a nadie. Puedo aseguraros, que una depresión, es una de las cosas más terribles que se pueden tener, porque los síntomas son emocionales y mentales, es decir no se ven, y vivimos en una incrédula sociedad donde lo que no se ve, es difícil de reconocer. Y la depresión, de respetar, hasta que no pierdes los papeles completamente, o un médico te da de baja, se te trata de histérica con ganas de llamar la atención.
No quiero en ningún caso, compararme con quienes sufren algún trastorno mental permanente, enfermedades igualmente, y que por desgracia, son tratados como parias mentirosos, sino descartados de la vida, por miedo. Cuando son personas tan “normales” como cualquiera (ya me meteré con la normalidad a saco)
Afortunadamente, la depresión se cura. Como casi todo, te curas, si quieres. Sino quieres, es una cueva donde esconderse de unos fantasmas que llevas dentro, y te da lo mismo donde vayas, que ahí están.
La situación por la que llegué a aquel estado, ya lo contaré otro día, que tenga más ganas, pero andaban temas laborales por medio.
Durante mucho tiempo estuve con graves problemas de sueño, ansiedad, y mucha lágrima. No entendía lo que pasaba. Mi estado de ánimo era la dura y fría tristeza, y llegó un terrible momento en que mi memoria, simplemente desapareció. La memoria y la comprensión. No podía leer, bueno leer, si pero es que no entendía las palabras. Una línea podía tenerme enganchada, porque lo que leía no tenía ningún significado, y podía leerla tantas veces como quisiera, que nada. Terminé haciéndome con un pequeño diccionario, que llevaba conmigo, al igual que con un cuaderno, para anotar todo lo que había al alrededor y no aparecer en cualquier punto de la ciudad, sin entender que hacía por ahí (hubo recomendación sanitaria de no dejarme sola nunca).
Así que cuando fui al médico y me dijo que pasaba, después de unas pruebas, me quedé loca. Más, digo.
Pero tampoco estaba tonta, asumí que la situación se me había ido de las manos, con ese error que tanta gente comete de “soy capaz de hacerlo sola y enfrentarme a todo esto”. Y no, no fui capaz, y además me derribó.
Una vez comprendes y entiendes, además de empezar con una medicación, que de verdad me salvó de las situaciones más tremendas, recapacitas y tomas la decisión de curarte. Así de sencillo. Curarte y volver a ser quien eras, o eso creí que pasaría.
Y entonces empezaron terapias, muchas, de la seguridad social, tal cual me vieron me mandaron a psiquiatra, y a unos talleres (benditos) de relajación. Estuve de psicólogos, e iba a todo lo que se ponía por delante, que creía me podía ayudar.
Muchas cosas se tambalearon a mi alrededor, y en las que tuve oportunidad de darme cuenta, que maravillosa familia, y que madre tenía conmigo (cuanto te quiero mamá).
Una de las consecuencias, es que me quedé vacía, pero del todo. Mi personalidad se había esfumado con todas sus consecuencias. ¿Terrible?, bueno, yo encontré que era una oportunidad única.
Decidí que todo lo que me viniera bien, y no me crease una dependencia, había que aprovecharla al máximo. Y fue lo que hice.
Con mucha voluntad, cuaderno, diccionario, ropa cómoda y mucha intención, comenzó un aprendizaje, en la que no tuve que tirar nada, porque nada había.
Una de cosas que me di cuenta, fue que cuando quieres no sólo puedes, sino que el universo entero, te echa una mano.
Encontré las personas correctas, las terapias necesarias. Aprendí muchas técnicas y descubrí mundos invisibles, que sólo puedes ver mirando diferente.
Fue un recorrido difícil en muchas ocasiones, doloroso y duro, muy duro.
También fue grandioso, mágico, pleno, satisfactorio, con muchas nuevas oportunidades y lleno de agradecimiento.
Conocí buenas y generosas personas, y me convertí, en la base de lo que soy ahora.
Aquella situación, por supuesto revolvió muchas cosas que estaban a mi alrededor, y algunas personas, que descubrí que no me eran tan saludables como creía.
Fue el principio para que poco, muy poco después tomase la dirección, de la que aparecieron decisiones, y cambios.
Fueron cuatro terribles e inmensos años. Hay personas que su crecimiento les viene de forma natural, el mío empezó muy agresivo, pero a veces, sino te zarandean bien, no reaccionas, y yo debía estar dura de oído. Fue mucho dolor, pero también, una de las mejores cosas que me podían haber pasado.

Debo decir, que cuando recuerdo aquello, siento agradecimiento y sonrío.

jueves, 22 de agosto de 2013

A ver como me planteo ésto

Hoy quiero ir por otros derroteros.
Podría decir, que voy a dejar el tango a parte, de momento, pero eso es un absurdo.
Es como quien profesa una religión, o es socio de algún club de fútbol, o cualquier ejemplo posible, dice que para dedicarse a otra cosa, y aquello que es, lo deja a parte.
Es más fácil perder una identidad, que dejar de ser tanguero. Aunque no bailes, o no salgas, o no escuches convulsivamente música.
Habiendo comentado ésto, estuve dando vueltas (si más), al sentido de esto que voy escribiendo y me he propuesto sea una regularidad.
Si tendría que centrarme más en mi proyecto profesional,  o más en lo personal.
El hablar de tango, con cuidado, que el tema siempre rebosa, o no.
Hablar de esencias, jabones, aceites, energías….
O analizar pensamiento, sentimientos, emociones. Crecimiento personal, espiritual mía,  o en general.
Si dedicaba algún momento de hablar de alguien en concreto. Esas personas especiales que les quieres y significan algo en tu vida.

También pensé, cuantas cosas he vivido, mi experiencia personal y la forma de encarar las situaciones.
La ayuda que me han prestado o la que di yo, consciente o inconsciente de ello.
He leído distintos blogs: temáticos, de actualidad, arte, personales. De todos los colores y formas.
Conclusión: lo que me apetece es contar. 
Lo que me apetezca ese día.
De lo que quiera, de esas cosas que me remueven, mis ilusiones, o sensaciones. De todo lo anterior.
Si un día quiero hablar de una milonga, y explicar todo lo referente a eso, hacerlo, sin entrar a valorar que ayer puede haber reflexionado sobre los estereotipos, o haber una recopilación de chistes absurdos, y al día siguiente hablar de la muerte.
Porque soy así, todo eso está dentro, y me apetece contar cuentos. Mis cuentos.
Todo esto es parte del trabajo de tomar decisiones sobre la vida, respecto a cualquier cosa.
Una de las decisiones fue cambiar de forma de ganarme la vida. Y con el mantra de la convencionalidad a mi alrededor, escuchando sin parar: “con la que está cayendo”. Pues por eso, porque no quiero formar parte “de lo que está cayendo”.
Empezando esa búsqueda personal de orientación, matizando, estudiando y poniendo en práctica,  esto está dando sus primero pasos.
Y yo, contenta y orgullosa.
Mañana ya cuento......







miércoles, 21 de agosto de 2013

Endorfínas Tangueras II


 
¿Qué significa bailar tango?
Que vives en otra dimensión. Directamente.
El contacto con la “realidad” desaparece.
Cuando empiezas a bailar, sobre todo si te atropella las entendederas y decisiones, hay un cambio en todo.
Y cuando digo en todo, es en todo lo imaginable, y en lo que no, también.
De forma consciente e inconciente, cambias y como en todo, cuando tú cambias, el mundo cambia.
Baila tango, es bailar con la vida. Abrazar la vida.
Ese estereotipo de pareja vestida con galas, brillos, gominas. Haciendo equilibrios sobre un escenario. Saltos, ganchos, movimientos imposibles ella sobre él. El tomando a la bailarina como un macho desafiantemente, casi agresivo….
Eso es una danza de escenario, que lleva horas, y horas de ensayo. Técnicas de baile, que han tomado un rumbo visual, a veces más cerca de lo circense que la naturalidad. Es tango es maravillo, ir a verlo, o dejar que grandes profesionales lo ejerzan. Que para eso son profesionales.
A lo que yo me refiero, es a otro caso. El tango, evidentemente,  tiene su técnica de baile, y lleva clases, y dedicación, y prácticas, en pareja, y también en solitario. Técnica que muchos complementan con ciertas prácticas, que hagan de sus movimientos más armoniosos, naturales y fluidos.
Un baile, como puedan ser los latinos, lindy hop, swing, o cha cha cha. Vas a tus clases, y luego a los lugares donde se bailan esas disciplinas a pasarlo como un loco. Ni más más, ni más menos.
Sólo que bailar tango, tienes una peculiaridad especial. El abrazo tanguero o milonguero.
Cuándo pruebas eso, y te mueves con esa música, que parece estar compuesta e interpretada por brujos utilizando magia.
Los movimientos, la armonía, el abrazo, el sentimiento…
El abrazo junta dos personas, con sus energías. Personas que muchas veces, no se conocen, y tienen en común ese baile. Se abrazan y danzan. O vuelan. O desaparecen.
La electricidad del tango pasa desde el suelo al cielo. Cruza los brazos y los torsos. Las respiraciones se acompasan, y si existe de repente ese momento en que sientes los latidos de tu compañero, acompasarse con los tuyos.
Cuando esas personas se suelta su abrazo, han quedado unidas para siempre. Aunque sus lenguajes sean distintos, y no lleguen más que a intercambiar el nombre y una sonrisa. Esa persona, se ha vuelto especial para el resto de la vida.
Y no es una excepción, son muchas veces, muchas noches, y muchos tangos.
Y entonces esas personas se quedan de amigos, y esa música envenena tus noches, y sonríe tus días.
Y te vistes, pensando en el tango. Tus horarios se adaptan a las milongas. Tus horarios, comidas, amistades, familia, trabajo, pareja…
Es una forma de vida. Y esa manera de vivirla y sentirla, hace que cambien cosas dentro de ti.
Vives en un estado de felicidad generadas por el baile, y las cosas cambian, y sonríes porque sí. Y abrazas más, y mejor….
Eso si, y aunque después de todo esto, pueda parecer pelín incongruente, una de las cosas que aprendí, es que entre tangueros, hablamos todo el tiempo de ello, pero para los que no comulgan con este estado, somos una panda de locos de los pies, de la cabeza y el corazón.
Y a nosotros, que nos gusta.

martes, 20 de agosto de 2013

Endorfinas tangueras

El Templete a pleno rendimiento
Reconozco que estoy a vueltas con escribir un blog, éste concretamente, desde hace mucho tiempo. Más del que estoy dispuesta a admitirme.

En general, un vez tomo la decisión de algo, me gusta trabajar en ello, ya no digo de forma tan apasionadamente intensa, que no hago más que dedicarle todo el tiempo, pero si prestarle atención en forma de momentos.
Y en cambio esto lo comencé y ahí se quedo, durmiendo el sueño de justos.
Cuando me di de alta, andaba descubriendo un mundo apasionante, una de las mejores cosas que han entrado en mi vida, me asaltaron sin control, y me han llevado a buenos puertos. Y a buenos abrazos.
¡Ay tango de mis amores!
Quienes me conocen, saben de aquel tiempo que no dormía, sólo bailaba. Cada noche, como si hubiera día siguiente.
Todos los días, como si fueran a poner falta, estaba. Desde el principio al final. Quería bailar. Necesitaba bailar.
Siempre me ha gustado la danza, pero ha sido más, a nivel de usuario.
Hace mucho aprendí bailes de salón, latinos. Más tarde hice danza del vientre, con la cual me aburrí soberanamente, tal vez habría que darle otra oportunidad. No sé.
También tuve una temporada con bollywood, y reconozco que lo pasé muy bien.
Después años, muchos años, sin bailar. Por muchos motivos, los cuales no vienen  caso, ni justifican aquel tiempo de barbecho.
El caso que un 10 de mayo de 2009, alguien me había comentado, que en el templete del Retiro había una milonga, que podía interesarme ir a verla.

Y fui, llegué, vi..... y me quedé.
Ese fue el principio de muchas cosas, puede que casi todo lo que es ahora mi vida.
Un principio feliz, sorprendente. 
Me he permitido, en esta entrada colocar unos cuantos momentos, de los muchos que atesoro. 
Tengo que dedicar, un momento de admiración y cariño a estos cuatro señores, que cada domingo organizan una milonga, ya no bonita, o al aire libre, no, mucho más una milonga abierta, para que quien quiera pueda acercarse, como entonces hice yo, a descubrir con mucho asombro el mundo tanguero de Madrid.
Ellos cada domingo, después de una semana dedicada a buscar la música que nos moverá, van a convertir El Retiro en un rincón de Buenos Aires.
Cómo me dijo uno de ellos: por el placer de hacer algo gratuito.
Porque encima, su dedicación de desinteresada. 
Y ahora, después de cuatro años, puedo decir con admiración y orgullo, que Santiago, Miguel, Marcos y Fernando, aquellos que me abrieron las puertas de tanta felicidad en forma de tango, ellos ahora, son mis amigos.
Mañana, más endorfinas tanguera, que no son ni más ni menos, que parte del germen de Incienso y Mirra.


Los imprescindibles. Caballeros del Templete, quienes hacen que cada domingo, sea una milonga el Retiro. 

lunes, 19 de agosto de 2013

Siempre se empieza por el principio.... sea cual sea

Hace tiempo que me di cuenta que el día a día de mi vida, no me hacía sentir del todo bien conmigo misma.
Le das vueltas a lo que tienes, y a quien tienes a tu alrededor. Tus costumbres, trabajo, amistades, pareja.
Todo es bueno, pero entonces ¿que no está bien? 
Poco a poco se despierta esa conciencia de la responsabilidad en aceptar, que si bien vives una vida cómoda, no es la situación que quieres.
Así que con mucho dolor de corazón, entonces, tomé decisiones que me hicieron pasar página.
Bueno, pasar página y pasar a otro tomo directamente.
El ir aceptado que se dejó llevar por un río, que en el fondo no quiere uno no quiere fluir.... es duro, aunque también inesperadamente liberador.
Salté a la vida en forma de baile, de risas y pasión.
Con el transcurrir de los años, las decisiones intentan ir en armonía con lo que quiero para mi, y por supuesto, con lo que quiero compartir con los demás.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, aunque la más importante, yo. Eso sí, siempre en observación, evolución y adaptación a lo que necesito para sentirme bien.
Este blog, será picar de muchos pensamiento, aprendizajes y espero una cosa, que poco a poco, como mi vida ahora, tenga parte de lo que soy y todo lo que voy incorporando.
Una premisa para este viaje, para mí, harto indispensable. El sexto sentido.... el del humor.