viernes, 30 de agosto de 2013

Mirando el móvil

Me encantan las nuevas tecnologías, los gadget informáticos.
Tonta me quedo si puedo acceder a algunas. Esos teclados digitales, tan de ciencia ficción en nuestras manos. Los tablet, las consolas, ultrabook, ebook….
Internet,  maravilla. Redes sociales, divertidas, útiles.
Me encanta de verdad meterme en todos esos saraos de las redes sociales.
O aprender a manejar ciertos programas. Investigar sobre algún tema, o muchos. Buscar cosas que necesite…. ¡yo que sé!
Así tengo la vista, de estar pegada al ordenador todo el día.
Y ahora los teléfonos inteligentes, también echando leña al fuego de la avidez.
Aplicaciones en el smartphone.
Programas en ordenador.
¡Venga ahí, alegría!
Y todo esto, que te da la oportunidad de estar comunicada con el mundo entero.
Saber de amigos que viven en el culo mismo del planeta (tu para ellos, eres quien vive en la parte glutear terrestre). Hablar con un amigo que está en Buenos Aires. Recibir un mensaje de Roma. Seguir a tus amigos, que por arte de una suerte mágica (ejem) han tenido que emigrar a Australia. (El último se marchó el martes a Carolina del Norte, contenta me tiene el tema).
¡Qué algarabía comunicativa!
Por todas partes y a todas horas.
Recuerdo con gracia el tema de enviar los primeros mensajes por aquel bulto pesado, que eran los tatatarabueletes de los actuales móvil…. ¡perdón! smathphones. Rióme para dentro.
Oye que puedes estar comunicada con el mundo exterior, las 24 horas del día los 7 días de la semana.
O visto de otra manera, estás localizada las 25 horas del día, los 8 días de la semana (cálculo con margen, para el cambio horario).
Todo eso me maravilla, gozo, disfruto y me turbo a la par.
A veces me da un poco de miedo, todo esto, porque me he creado una dependencia un poco absurda.
No hay que conectarse a todas horas con las redes sociales. Que me cuente twitter cada 2 segundos nada.
Ya no sólo las llamadas telefónicas, que son las menos, sino los mensajes personales, empezando por los antiquísimos sms, y siguiendo por los e-mails, whatapp, line, facebook, twitter, Messenger, Linkedln, Hangouts, skype, notificaciones de nosequé...  ¡Madredelamorhermoso!
Así que, aunque me encante todo esto, las posibilidades,  entretenimiento, desarrollo laboral… y tantas utilidades para quedar, tener acceso a formación, noticias diferentes a las precocinadas de los medios de comunicación…. ¡Necesito parar!
Necesito la tranquilidad de no querer saber nada.
No digo estar desconectada del mundo, no exactamente, porque hay situaciones que requieren atención, y personas importantes, que también (papá, no el Papa. Ese no). Pero para todo lo demás; hay que saber parar.
Hay que dejar de tener la necesidad de contestar, dejar la vida para mandar un mensaje, me da lo mismo el formato. Y dejar tranquilo el perfil. Y no mirar lo que dice Sergio Ramos, que si tiene un problema de cariño, yo no se lo voy a solucionar.
Así que de vez en cuando, tengo que salir, sin móvil. La primera vez es difícil, pero si conseguí “saber decir que no” con soltura, una minimierda máquina, no debe de poder con mi voluntad.
Y de verdad, que quiero al mundo entero (con algunas deshonrosas excepciones, siempre), adoro ver fotos de mis amigos sonrientes pasándoselo estupendo en la playa, o verme invitada a ese curso o evento, tanto tiempo esperado, pero…. Hay que desconectar.
No hay nada mejor, que levantarse un día que no tienes obligación de madrugar, tranquilamente. Prepararse un rico desayuno. Terminar el café mirando por la ventana. Planificarse el día con esas tareas cotidianas, que no se les atiende de la misma manera el resto de los días. Salir a pasear, o comprar pan y huevos. Preparar la comida, ver una película entretenida mientras comemos (me las descargo, y que venga la sgae a casa con el ariete y de paso nos ponemos a buscan el pen, que no se donde lo eché). Hacer siestita. Recoger. Escuchar a mi chico tocar. Cantar y bailar con él. Leer. Tal vez prepararte para salir a bailar. Limpiar los zapatos de tango. Hacerte unos mimos corporales. Hacer una cena especial y rica. Hablar con papá (a mamá la pienso cada día). Cenar con vinito o rica cervecita. Perderse en el tiempo en abrazos y besos.
Y no haber conectado el ordenador, ni prendido datos del teléfono….. ¡Gusto da pensarlo!

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