Desde que naciste. Desde que te levantas hasta que te
acuestas. En todos los soportes posibles, y con todo tipo de estrategias.
Tienes que estar maravillosa, física, intelectual, emocional
y espiritualmente.
Y no me da la gana.

El mensaje está claro: tienes que ser joven eternamente,
estar siempre bella, crecer con tus emociones, el cuidado de tu cuerpo, siempre
con el tufo de no tener defectos, meditar, y no enfadarte por las
contrariedades.
Ser fuerte como un muro. Saber manejar las situaciones.
Sonreír, a jornada completa.
Y la larga serie de consejos, recomendaciones y
posibilidades.
Siempre maravillosa.
Y es que no te tiene que dar la gana de gastar energía, en estar siempre arriba.
Ocultar tus piernas porque tienes venitas (que no venas, por
supuesto)
Las arruguitas; no gesticules, cremas caras, o mejor, carísimas.
Tratamientos a saco.
Las caderas finas, huesudas, no redondas. Con curvas, pero sin excesos.
Pintarse, peinarse, maquillarse. Hasta dormida tienes que
estar perfecta.
¿Si no fuese así?
¿Pero que pasa? ¿En eso tengo que basar mi autoestima? La
seguridad en mi misma, radica porque tengo el pelo brillante, o llevo unos
tacones que dan vértigo. Porque no, echarle gracia natural para solventar la vida.
Y no pasar por tonta o frívola, si acaso no sabes de algo.
Informada y con opiniones claras.
¡Ah! Hay que meditar, para tener tu momento de paz. O mejor,
haz deporte. El cuerpo y la mente a trabajar. No, matiza: haz Pilates. Es más
cool. Así tendrás unos movimientos más femeninos.
Y talleres, para estar al día, un poco para rellenar, y
tener en que invertir el tiempo.
¡Puff! Es agotador, por favor.
Aunque no reivindico el derecho a estar tirada, no hacer
nada, o descuidarte. No, me refiero a eso.
Estoy pensando el derecho a ser perfecta, equivocándome
cuando elijo, pero elegir yo.
A cuidarme la piel, pero no frustrarme porque no tenga el
lustre de hace años. A que mi cara tenga sus mimos diarios, pero querer esas
arrugas, que han aparecido de vivir.
A leer lo que me guste y divierta, no solo prestar atención
a temas intelectuales. Y si me trago un best-seller, como si me leo las obras
completas de Aristóteles.

Meditar, puedes hacerlo en cualquier sitio, y de cualquier
manera. Cuando caminas, cocinas, haces deporte, o mirando por la ventana. A
veces la mejor meditación es no pensar en nada, parar un minuto y sonreír. O
mejor, reír tanto que se nos mueva el mundo por dentro.
No somos eternos, nuestra belleza es esa, que somos
efímeros, tenemos tiempo de estar magníficas, perfumadas, maquilladas, peinadas
y vestidas como para un desfile, o para tener la mala cara, despeinadas, y
andar por casa canturreando con ropa destrozada.
Mientras no te creas que eres tan especial, que no hay nadie
como tu, que no necesitas tener la cara de un papel couche, ni que tu
maquillaje es phoshops de la vida. Que tus piernas te llevan donde quieres, y
puedes bailar hasta el amanecer, y no importa si hay celulitis o venas.

Por eso, si alguna vez resulta que tengo tripita y se marca
cuando me pongo algo. O que mis pies son feos y no me gusta que me los vean. O
ese granito, que parece va a salir en las noticias, y arruinar nuestra
existencia.
Si andas siempre con ese dilema, tu seguridad se sentirá
constantemente amenazada.
Y a mi eso, no me apetece lo más mínimo.
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