viernes, 23 de agosto de 2013

Depresión. La maldita oportunidad


Hace algunos años, bastantes ya afortunadamente, donde sufrí una gran depresión.
Y cuando me refiero a depresión, me refiero a la enfermedad. Pura, dura y terrible. No a esos momentos donde nuestro ánimo está por los suelo, todo nos parece una meta inalcanzable, estás de bajón, mal humor y…. todos esos síntomas donde nos hemos encontrado en algún momento todos, tienen una duración de unos días. Generalmente lo que tarda nuestro organismo en recomponerse descansando, o nuestras hormonas se relajan de darnos castigo.
La depresión que tuve, fue una enfermedad diagnosticada, donde por un periodo de cuatro años, desde que empezó, hasta que puedo decir que se acabó, estuve medicándome.
Como todas las enfermedades que se sufren, no se desean a nadie. Puedo aseguraros, que una depresión, es una de las cosas más terribles que se pueden tener, porque los síntomas son emocionales y mentales, es decir no se ven, y vivimos en una incrédula sociedad donde lo que no se ve, es difícil de reconocer. Y la depresión, de respetar, hasta que no pierdes los papeles completamente, o un médico te da de baja, se te trata de histérica con ganas de llamar la atención.
No quiero en ningún caso, compararme con quienes sufren algún trastorno mental permanente, enfermedades igualmente, y que por desgracia, son tratados como parias mentirosos, sino descartados de la vida, por miedo. Cuando son personas tan “normales” como cualquiera (ya me meteré con la normalidad a saco)
Afortunadamente, la depresión se cura. Como casi todo, te curas, si quieres. Sino quieres, es una cueva donde esconderse de unos fantasmas que llevas dentro, y te da lo mismo donde vayas, que ahí están.
La situación por la que llegué a aquel estado, ya lo contaré otro día, que tenga más ganas, pero andaban temas laborales por medio.
Durante mucho tiempo estuve con graves problemas de sueño, ansiedad, y mucha lágrima. No entendía lo que pasaba. Mi estado de ánimo era la dura y fría tristeza, y llegó un terrible momento en que mi memoria, simplemente desapareció. La memoria y la comprensión. No podía leer, bueno leer, si pero es que no entendía las palabras. Una línea podía tenerme enganchada, porque lo que leía no tenía ningún significado, y podía leerla tantas veces como quisiera, que nada. Terminé haciéndome con un pequeño diccionario, que llevaba conmigo, al igual que con un cuaderno, para anotar todo lo que había al alrededor y no aparecer en cualquier punto de la ciudad, sin entender que hacía por ahí (hubo recomendación sanitaria de no dejarme sola nunca).
Así que cuando fui al médico y me dijo que pasaba, después de unas pruebas, me quedé loca. Más, digo.
Pero tampoco estaba tonta, asumí que la situación se me había ido de las manos, con ese error que tanta gente comete de “soy capaz de hacerlo sola y enfrentarme a todo esto”. Y no, no fui capaz, y además me derribó.
Una vez comprendes y entiendes, además de empezar con una medicación, que de verdad me salvó de las situaciones más tremendas, recapacitas y tomas la decisión de curarte. Así de sencillo. Curarte y volver a ser quien eras, o eso creí que pasaría.
Y entonces empezaron terapias, muchas, de la seguridad social, tal cual me vieron me mandaron a psiquiatra, y a unos talleres (benditos) de relajación. Estuve de psicólogos, e iba a todo lo que se ponía por delante, que creía me podía ayudar.
Muchas cosas se tambalearon a mi alrededor, y en las que tuve oportunidad de darme cuenta, que maravillosa familia, y que madre tenía conmigo (cuanto te quiero mamá).
Una de las consecuencias, es que me quedé vacía, pero del todo. Mi personalidad se había esfumado con todas sus consecuencias. ¿Terrible?, bueno, yo encontré que era una oportunidad única.
Decidí que todo lo que me viniera bien, y no me crease una dependencia, había que aprovecharla al máximo. Y fue lo que hice.
Con mucha voluntad, cuaderno, diccionario, ropa cómoda y mucha intención, comenzó un aprendizaje, en la que no tuve que tirar nada, porque nada había.
Una de cosas que me di cuenta, fue que cuando quieres no sólo puedes, sino que el universo entero, te echa una mano.
Encontré las personas correctas, las terapias necesarias. Aprendí muchas técnicas y descubrí mundos invisibles, que sólo puedes ver mirando diferente.
Fue un recorrido difícil en muchas ocasiones, doloroso y duro, muy duro.
También fue grandioso, mágico, pleno, satisfactorio, con muchas nuevas oportunidades y lleno de agradecimiento.
Conocí buenas y generosas personas, y me convertí, en la base de lo que soy ahora.
Aquella situación, por supuesto revolvió muchas cosas que estaban a mi alrededor, y algunas personas, que descubrí que no me eran tan saludables como creía.
Fue el principio para que poco, muy poco después tomase la dirección, de la que aparecieron decisiones, y cambios.
Fueron cuatro terribles e inmensos años. Hay personas que su crecimiento les viene de forma natural, el mío empezó muy agresivo, pero a veces, sino te zarandean bien, no reaccionas, y yo debía estar dura de oído. Fue mucho dolor, pero también, una de las mejores cosas que me podían haber pasado.

Debo decir, que cuando recuerdo aquello, siento agradecimiento y sonrío.

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