jueves, 12 de septiembre de 2013

Reflexología, o como empezar por algún sitio

Hace tiempo que decidí que ya estaba bien de ejercer un trabajo puramente administrativo, que ya lo había dado todo, o casi todo, desarrollando con el tiempo, una cantidad de funciones, que aburridas a parte, no sirven para nada. O mejor expresado, no me hacen evolucionar de ninguna manera.
Como muchas personas, que quieren hacer algo diferente, a veces no saben, cual esa cualidad, o ese don, que de alguna manera, está oculto en nosotros, y que si sale alguna vez, nos proporciona una gran satisfacción.
Por fortuna, decisión y la formación en la estoy desde hace años inmersa, no ha sido por la situación en la que se encuentra muchas personas en este país: no tengo trabajo, no encuentro nada, me tengo que reciclar.
Quiero pensar que la decisión es la correcta, no me cierro ninguna puerta a lo que pueda pasar y ofrecer la vida, por supuesto, lo único, es que quiero abrir otras, y otras que estén más acorde con lo que quiero y se me da bien.
Durante el tiempo que mi madre estuvo enferma, le tocaba mucho. Daba masajes en las piernas, en los pies con cuidado, en la espalda. Le untaba en cremas, aceites, o simplemente le tocaba.
Ella decía que le calmaba los dolores, y que le hacía bien que le diese, a parte de todo mi amor, mimos en forma de masajes y toques por todas partes.
Siempre había estimado que el posible bienestar que le pudiera producir todo lo que le hacía, tenia una gran parte de gratitud materna. Como no pensar, que si a una madre le duele, su hija no se lo pueda remediar de alguna manera.
Muchas veces probé, previo consentimiento, con algunas compañeras de habitación del hospital, donde tantos días y tantas veces pasamos. Y también funcionó.
Entonces probé a hacérselo a otras personas, masajearles los hombros, la espalda, la cara, las manos, los pies. Con mimo, cuidado e intuición. Y funcionaba. Quien se ponía en mis manos, se relajaba de una manera casi mágica
Eso te ánima, claro. Algo estás haciendo bien, además de tu intención.
Y con prácticas y poco tiempo, hacia y daba.
La conclusión fue que me gustaba mucho, y que valía para eso. Para reparar esos nervios de la vida diaria, en forma de estrés laboral, o aquellas situaciones emocionales que son difíciles de gestionar, y acaban acomodándose en nuestro cuerpo, e incomodando al mismo.
Hasta que mi vida a nivel personal no se estabilizó de alguna manera, no pude comenzar cursos algo más largos o regulares, que no fuesen los talleres de un día, fin de semana o alguna semana suelta. Y a esos, tampoco podía ir con regularidad.
Y son muchos, fantásticos, y caros, carísimos. Y aunque me apetecía y quería apuntarme a muchos… no, a muchos no, a todos, tuve que elegir ese en concreto que iniciaría la cuenta, cursos anteriores a parte.
Fue la reflexología. El porqué es muy sencillo, soy tanguera, de hace unos años, y aunque no tan asidua y habitual como al principio, pero cuando sales a bailar; lo haces, y a la segunda tanda (ya contaré más del mundo del tango, a nivel de usuario), ya no tienes cansancio, ni sueño, ni te sientes mal, y lo único que apetece y quieres, es bailar hasta que se abra el piso.
Pero claro, así empiezas, pero luego paras. Y a veces, más que parar, parece que caes con todo el equipo anatómico, casi rozando lo forense alguna que otra noche.
Se quedan los pies doloridos, que no puedes con ellos. Te duelen hasta el hueco de entre los dedos. Los metes en agua, los masajeas, les das crema, les pides perdón, les juras que al día siguiente, no sales, y si lo haces, serás más moderada (todo eso importa nada  
al día siguiente, si vuelves a bailar. Así te lo cuento), pero da lo mismo, te duelen a morir.
Luego se calman, si, pero en breve te vuelves al zapato de tango, y venga a volar, milongueramente hablando.
Así que pensé en el alivio que resulta, cuando te dan, no te das, sino que alguien te da un masaje relajante o descontracturante, y deja suelta la planta, los dedos, los tobillos, y notas de nuevo flexibles los metatarsos.
La iluminación en forma de curso.
Durante las clases, efectivamente me di cuenta que se me daban bien, y no tenía mucho más que tener conocimientos que esa técnica, que de manera intuitiva ya sabía.
Después del curso, talleres, y otros conocimientos han ido dándome más información, formación y soltura, pero esto es una carrera de fondo, en el que siempre aprendes algo más. Hay tantas modalidades y formas de masajes, que te desorientas a veces, es el exceso de información, pero no importa, también se puede considerar una oportunidad.
Ahora es otro curso, para aprender otro tipo de masajes y presiones, a parte de lo que ya sé. A las personas a las que he tenido el gusto de dar masajes, también les chequeo con reiki (también encantada), con lo cual, la técnica e intuición hace que trabaje más profundamente, no sólo el tema muscular, sino el emocional.
Me gusta mucho todo este mundo del masaje, sus posibilidades y variantes. Es esto lo que quiero hacer y dedicarme, ya sea por cuenta ajena, o propia, y no creo que pare nunca de aprender y hacer talleres. Espero tener esa fuerza y energía.
Al fin y al cabo, trabajar con la energía, entenderla, comprenderla y disfrutarla siempre me interesó.
Y todos, no somos más que energía.


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