lunes, 9 de septiembre de 2013

Todo es cuestión de práctica.

 Recuerdo cuando aprendí a leer y escribir.
Cómo se me atascó la “ch”, y la rabia que me dio, cuando la quitaron del alfabeto. Con lo que tardé en hacerme con ella.
Y como a todos, todo fue poco a poco. Me costó soltarme con la lectura sobre todo, porque la timidez que acompañó a mi infancia, hacía que me hirviera toda la sangre del cuerpo, y se coagulara.
Detalles de soltura a parte, a mi a largo de toda la vida, el tema la letra, como en otras cosas, es algo que me ha hecho pasar muchas horas, de práctica.
He tenido las épocas rebelde de todos, en que “esa era yo, y ya está”, pero vamos, que como también reconozco, que el autoestima, tardó en tener unos niveles aceptables, para no dejarme llevar por el desencanto.
A lo que quiero llegar es, a darme cuenta que no me gustaba la letra que tenía, porque me costaba entenderla a mi misma, o quería que fuera más bonita. Luego cuando tuve que tomar nota, y que terceras personas tuvieran que leerla, me apetecía fuera sencilla, bonita, pero no que necesitase de mi interpretación.
Así que, por unas cosas o por otras, he pasado practicando escritura, copiando o haciendo apuntes, de forma constante.
Incluso, unos de mis exámenes particulares era, escribir cartas (de esas de enviar por correo físico, si) o tarjetas postales. Costumbre que he relajado, y no me parece bien. Pero ya es cosa mía eso.
Y la lectura lo mismo. Cuando ya me sentí más segura, siempre me ha gustado leer en voz alta, para tener dominio de la voz, de la pronunciación, darle el tono.
Es una forma de sentirme segura (más o menos), si me veo en la situación de hacerlo.
Así he conseguido a lo largo del tiempo una lectura y escritura, que me gusta.
Pues con todo he hecho lo mismo.
Por ejemplo ¿te has dado cuenta del gesto de tu rostro? ¿Cómo es? No lo sabes, ni te fijas. Y es lo primero que van a llevarse cuando te ven.
Si tienes el ceño fruncido, o la boca triste, gesto de hastío o aburrimiento, cuando no te peinas… todo eso se ve.
Y no solo lo ve todo el mundo, esa es la señal que mandas a tu cerebro. Y tu cerebro interpreta, que esa dejadez corresponde a algo. Y se lo comenta al corazón.
Creo que una de las cosas que más me aprietan el alma, es cuando tomas el metro a primera hora y ves las caras de los que allí van. El autobús es otra cosa, porque mirar la calle, tiene un despistar, que hace variar. Pero el metro, eso de estar bajo tierra, tiene un quitar sentidos. 
Ves las caras de quienes van montados, y detrás de los maquillajes, peinados, olores, trajes, monos, o caras recién lavadas (me encantaría generalizar hablando de ducha y pasadito el peine, pero no, no puedo hacerlo), si los observas, te das cuenta que hay muchas posibilidades de haber inspirado walking dead.
Paseando por la calle, ves miradas extraviadas, cansadas, tristes. ¿Te sientes así? ¿estás así?, ¿te quieres sentir así? Pues práctica la cara. Tan fácil como eso.
Toma conciencia de tu gesto, tu mirada, la boca….. aprende a relajarlo, a sonreír con los ojos, a no arrugar las cejas, sino hay motivo para hacerlo, aunque lo mejor, es que te sientes así.
Insisto que es el mensaje que mandas a tu cerebro.
Parece una tontería, pero no lo es. No me vale, que puedes estar pasando una mala racha, claro, como todos, pero una mala racha, no es toda tu existencia. Incluso, creo que con la mala racha por medio, más razón, para que tu cara, sea un mensaje de armonía y agradable, y por si fuera poco, rejuveneces.
Al principio te costará, tendrás que repetir muchas veces esa “f” que no te gusta del todo. O esa “g”, que insiste a parecerse a una “j”, y un día… sale tan fluido. Se te entiende tan bien la cara. Ya no tienes que estar pendiente de ninguna tensión muscular, porque ya no la hay, tienes otra cara. Si, otra cara, te pones más guapa (o guapo, que esto sirve para todos), y la gente te mira, porque pareces salida de otro mundo.
Y el mensaje que mandas fuera, lo recibes dentro, porque hay relajación, y sonríes, miras de otra manera, y entonces, levantas la cabeza, las cervicales ya no pesan (tanto), se relajan tus hombros, que ya no tiran de las dorsales, las lumbares no se descontrolan, y la espalda se alinea (si tienes lordosis, con tu lordosis), y caminas de otra manera… Has desbloqueado gran parte de la tensión que tienes.
Y aprendes, a sentirte bien. Qué hay mucha más cosas? si, pero todo se puede cambiar.
Yo lo hice, y si no crees que puede ser, te desafío a que lo pruebes.

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