martes, 17 de septiembre de 2013

Suspiro sin previo aviso



Se me escapó un suspiro.
Me sorprendió su descaro al hacerse escuchar.
Escapó pícaro, implicando a los de alrededor.
El pensamiento que todo el día deambulo por la cabeza, necesitó un poco de espacio y sin consultarme, dejó de escapa un momento.
No le di importancia, suspiro muchas veces.
Por necesidad, por cansancio, por aburrimiento, por descanso, por parar, y muchas veces por amor.
Pero este suspiro, me sorprendió, porque no sabía que estaba acompañándome toda la mañana.
Tal vez no pertenecía al momento y rezagado se vio sorprendido por el tumulto de la decisión a tomar.
Lo sentí salir, liberado, pero al mismo tiempo, se llevaba algo mío.
No tenía prevista su partida,  me incomodó la decisión, sin consultar.
La justificación de la marcha, no era aquello de hoy. Tal vez fue ayer, o se generó, en un momento, que te quedas colgando del tiempo, pensando sin pensar, sintiendo sin querer.
Le encontré revoloteando. Iba y venía. Sin orden y acierto, se plantaba ante mi boca.
¿Quieres volver? Y entonces marchaba. Pero no se iba.
Continúe el día, con un suspiro a mi lado.
A veces se posaba en el hombro, cerca del cuello,  ronroneaba como un susurro y se acercaba como una caricia.
Hubo ratos que le olvidada, y entonces me alborotaba el pelo.
Otras, le extrañaba no sentir el suave sentir de vaivén.
Pasó la mañana, la tarde y la noche.
El cansancio del día, empezó a sentirse en el cuerpo, pesado y torpe por momentos.
Susurrante a mi lado, dejamos la ropa a un lado, jugaba con las prendas, se escondía y aparecía por cualquier manga, sonriente como un crío.
Jugó con el agua, mientras lavaba las manos, ya tranquilas del día.
Esta vez, con la previsión nocturna del final del día, un nuevo suspiro, traído con la conciencia de quien busca relajarse, y de está manera va aflojando la tensión diaria.
Súbitamente, suspiro y suspiro se encontraron.
No sé bien, creo que escuché risas de encuentro.
Tal vez una jornada larga y pesada me recompensaba con invisibles compañía.
Pero no, allí estaban mis suspiros, revoloteando por la habitación.
“Tardase, tardaste…” escuché.
El resto del tiempo, no puede concentrarme en la cena, porque las migas sirvieron de juguetes, el vaso de piscina, la servilleta de escondite.
Intentando no prestar más atención que la necesaria, casi les piso, no haciendo aspavientos que les espantasen, tanto trastear aquellas horas, hizo que se fueran calmando.
Tranquilidad, por fin. Tranquilidad con sonrisa.
En la cama, antes de apagar la luz, suspiré de nuevo, y este tercero, solo atinó ver mis suspiros acomodados en entre las sabanas, cerca de la almohada. Se acercó a ellos, y le chistaron, bajito, susurrando palabra somnolientas.
Cerré los ojos, y escuché ronroneos. Un último suspiro. Me dormí.

Al día siguiente, se habían marchado todos.

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